El sumo sacerdote colocó la corona sobre la cabeza del príncipe. Éste, ahora rey, miró a la princesa Camlin (ahora la reina Camlin) y le sonrió.
Por favor,v guarden silencio por unos pocos momentos en memoria de mi gran padre, dijo el rey.
Después de unos momentos, cuando todos los cortesanos se habían acomodado en sus sillas, el rey se puso de pie.
El puesto de dramaturgo de la corte ha permanecido vacante por algún tiempo, dijo.
Todos los ojos se volvieron hacia sir Wordsell, pero Penworth tenía una leve sonrisa en los labios.
En este acto nombro a sir Penworth con el título de dramaturgo de la corte, declaró el rey.
Hubo un silencio de sorpresa en la corte.
Sir Balmore, un conde, le susurró al rey: Su majestad, pienso que ha cometido un error. Sir Wordsell ha probado ser el más grande dramaturgo de su tiempo a través de sus treinta obras. Penworth... sólo ha escrito dos obras. Además, sir Wordsell tiene el doble de años de Penworth. Por favor, reconsidere su decisión.
Sir Penworth tiene más talento que sir Wordsell y yo cuento el talento más que las canas, dijo el rey con una sonrisa sardónica.
La obra estaba en el escenario. Esta era la quinta de Penworth y estaba seguro de que una vez que terminase, recibiría el quinto anillo, las quintas palmeaditas en la espalda, del rey, las viejas palabras ¡Gran obra, gran obra! saldrían nuevamente de la boca real por quinta vez y habría una ovación de pie por cuarta vez (dado que se había perdido una cuando el viejo rey era el invitado de honor). ¿Y por qué no?
Ahora el rey estaba involucrado hasta en la escritura de las obras, sugería la trama, los personajes, la apertura, el clímax... todo excepto los versos que, por suerte, él no podía escribir; cuando se anunciaba la obra ante el público, el rey era mencionado como coautor.
Pero el monarca tuvo que abandonar el proyecto a la mitad, dado que había recibido un mensaje urgente informándole que su suegro estaba enfermo. Sin embargo, la obra continuó como si fuese presentada especialmente en honor del rey del reino vecino. Antes de irse, el monarca le entregó algo a su vecino y susurró algo en sus oídos.
La audiencia ahora se tornó inquieta, algunos de ellos comenzaron a bostezar, los otros empezaban a quedarse dormidos. No se animaban a hacer eso en frente del rey, porque sabían que Penworth era el favorito del rey.
Luego, sir Balmore se puso de pie y abandonó el auditorio. Pronto los nobles comenzaron a abandonar la sala, uno por uno. Por el momento, el juego había terminado, todos, excepto el rey del país vecino y los guardias se habían ido. Penworth se inclinó ante el invitado de honor. El invitado de honor roncaba sonoramente. Los guardias lo despertaron suavemente. Éste se levantó de su asiento abruptamente, como si lo hubiesen despertado de una pesadilla.
El rey me ha pedido que le entregue esto, le dijo y le entregó un anillo a Penworth después de frotarse los ojos.
Penworth se inclinó ante él y dio la vuelta para irse. Luego, el invitado de honor recordó repentinamente algo y habló así: ¡Ah, una cosa más! ¡Gran obra, gran cobra! Acérquese, Penworth, permítame palmearle la espalda.
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