martes, 15 de noviembre de 2016

El dramaturgo. Una discusión.

La gente siempre cubre nuestras expectativas de ellos o nos defraudas, depende del caso, dijo Ricardo. Si no esperas demasiado de tus empleados, estos lo sentirán y se desempeñarán mal, porque es tu expectativa lo que afecta su deseo de hacer las cosas bien. En ésta parábola encontramos que el dramaturgo no cubre las expectativas del príncipe; sabe que no importa la basura que entregue, obtendrá halagos, unas palmaditas en la espalda, una ovación de pie y un anillo. Tenemos que avanzar de bueno a grandioso y de grandioso a excepcional, y para eso debemos actualizar continuamente nu7estras expectativas y comunicarlas con claridad.

¿Ana? indagó Alejandro.

El reconocimiento y el elogio son, por supuesto, dos cosas que la gente quiere más que al sexo y al dinero, dijo Ana, pero una palmadita en la espalda tiene que ser en el momento correcto y no en cada ocasión. Tal como el rey le aconsejó al príncipe, asegúrate de que el receptor se merezca el honor. Uno no debería convertir a las promesas de recompensas en la razón principal del desempeño de los empleados; las recompensas son el reconocimiento de un trabajo bien hecho y no simplemente la meta de hacer el trabajo. Todo se resume a recompensar correctamente.

Una palmadita en la espalda en el momento correcto siempre motiva a una persona. Pero ¿y si es constantemente palmeada? El elogio por ser efectivo tiene que ser específico, de otra manera es una adulación, y las adulaciones matan al talento. Terminaré citando a Norman Vincent Peale: El problema con la mayoría de nosotros es que preferiríamos ser arruinados por el elogio que ser salvados por la crítica, dijo Alejandro.

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