sábado, 12 de noviembre de 2016

El dramaturgo. Parte 2

La obra había terminado. Penworth no observaba ansiosamente los rostros de los espectadores, porque sabía que recibiría una ovación de pie también esta vez; en esta ocasión había presentado una obra mejor. No hubo respuesta por unos pocos momentos. Todos los ojos se volvieron hacia el rey y los del dramaturgo también, con ansiedad. El rey le sonrió a Penworth y dijo algo. Del movimiento de sus labios, velo escritor pudo leer que le decía ¡muy bien!

El príncipe se levantó y comenzó a aplaudir: ¡gran obra, gran obra!

Luego se quitó uno de sus anillos y se lo entregó a Penworth, quien se i8nclinó con asgradecimi9ento al recibir el regalo. Todo el tiempo el rey observó al príncipe con enojo, luego, tan rápidamente como su avanzada edad se lo permitía, abandonó el teatro con el báculo en su mano. El príncipe corrió a alcanzarlo.

¿Porqué abandonaste el teatro con tanta prisa, sin felicitar a Penworth? ¿Acaso no fue otra gran obra? preguntó.

El rey se detuvo y nuevamente estudió al príncipe por unos momentos, luego habló: Sí, fue una gran obra cuando se la considera aisladamente, pero no pienso que haya estado a la altura de la primera. De muchas maneras se asemejó a la anterior, y cualquiera hubiese podido adivinar el final. Y no pienso que sea una gran idea dar golpecitos en la espalda de Penworth cada vez que presenta su obras. ¡De hecho, quería hablar con él en privado sobre lo que sentía, fue entonces cuando le regalaste un anillo... otra vez!

¡Pero pienso que es mi deber alentarlo! protestó el príncipe.

Mi querido príncipe, si realmente quieres nutrir el talento, entonces tus halagos deben ser inconsistentes. ¡De otra manera simplemente serán cumplidos y los cumplidos son la maneras más sencilla de matar el talento! dijo el rey.

El príncipe seguía sin comprender. El rey sacudió su cabeza y se alejó.

Penworth se preguntaba por qué lo había mandado a llamar el príncipe.

Penworth, es posible que ya estés enterado de que estoy enamorado de Lady Camlin, dijo el príncipe.

¡Su majestad, ella ciertamente es afortunada por haber sido elegida como esposa del príncipe más grande del mundo! dijo Penworth.

Sin embargo... hay un problema.

¡Ah! ¿Qué problema podría haber en esto?

Siento que ella podría estar enamorada de mi primo.

¡De su primo! Yo... no entiendo. ¡Pero si usted es al menos diez, no cien veces mejor que él!

Sí lo sé, pero hay un arte en la cual, debo admitir, que él es mejor que yo y es la poesía, y Lady Camlin sencillamente adoras la poesía. Es aquí donde necesito tu ayuda.

¿En que lo puedo servir?

Estoy impresionado por loa pasión que despliegas en los versos de tus obras. Quiero utilizar todas tus facultades creativas para escribir los poemas de amor más apasionados y bellos jamás escritos, y tú debes enseñarme cómo recitárselos apasionadamente a mi amada. Por supuesto, tendré que decir que los escribí yo y, en todo caso, ¿acaso no te he inspirado yo a crearlos? dijo el príncipe.

Después de una pausa continuó: Y si gano el corazón de mi amada, haré todo lo que esté en mi poder para hacerte el dramaturgo de la corte.

Los ojos de Penworth se encendieron.

Pero tengo entendido que el favorito del rey es sir Wordsell, y después de todo él es mayor que yo, dijo.

Olvídate de eso, es el talento lo que importa. Y estoy seguro de que tú eres el mejor talento que hay en el reino. Como te dije antes, estoy impresionado por la pasión que contienen tus versos, le aseguró el príncipe.

¡Ah, su majestad fue muy amable al regalarme su anillo, pero la impresión del rey no fue tan buena!

¡Oh, pero estoy seguro de que sí lo fue! Pero sabes que está envejeci8endo, tal vez no quiso separarse de sus joyas. Penworth, desecha tus miedos, ¡recuerda que yo soy el próximo rey!

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