El general Octavio se preguntaba por qué el emperador lo había mandado llamar.
En este día, el año que viene, cumpliré 25 años de re3inar en este imperio. Para conmemorar esta gran ocasión, quiero construir un templo que sea digno de ser llamado una maravilla del mundo. Quiero que te hagas cargo de la construcción del mismo. Deberá estar listo para rendir culto antes de que llegue esta fecha, el año que viene, dijo el emperador con seriedad.
El general quedó perdido en sus pensamientos por unos momentos; estaba considerando como responder de la manera más diplomática. Le había servido fielmente al emperador por muchos años y sabía que era arrogante, caprichoso e impulsivo, y que gobernaba con mano de acero.
A los pocos momentos, el general dijo: Si majestad, puedo hacer que se construya un templo en un año o en 3 meses, o hasta en 3 días. Pero presumo que la visión de su majestad es construir uno que sea admirado por la posteridad como una maravilla del mundo. Para esto debe soportar las inclemencias del tiempo. Como el templo que construyeron sus nobles ancestros.
Por siglos, el edificio ha permanecido intacto y, hasta el día de hoy, se erige orgullosamente como una maravilla de la arquitectura. Pero se requirieron 3 décadas y otros 3 días para construirlo.
¿Qué éstas insinuando? preguntó el emperador con impaciencia.
Que deberíamos concentrar nuestras energías en construir un templo que dure toda una eternidad en lugar de erigirlo en un año. En otras palabras, será imposible construir un templo como el que desea en un lapso tan corto; humildemente solicitaría más tiempo, dijo el general con todo el tono de súplica que pudo utilizar. Pero había cometido el pecado capital verbal de pronunciar la palabra imposible, y esa era la última palabra que quería escuchar el emperador.
No tiene sentido si el templo no se puede construir en un año, ya que el cuarto de siglo de mi reinado se cumple el año que viene, dijo el emperador obstinadamente.
entonces debería haber tenido las previsión de planear la construcción con más anticipación, pensó el general; normalmente no se hubiese atrevido a siquiera considerar la ideas de ser desafiante ante el emperador.
El gobernante estudió el rostro del militar con sus ojos penetrantes, como si estuviera leyendo sus pensamientos.
El general Octavio era el militar en el que más confiaba, había ganado grandes guerras y construido monumentos esplendidos para el emperador. Si había alguien que podía construir el templo en un año, ese era el general Octavio.
Con una sonrisa en los labios y un guiño travieso en los ojos, el emperador dijo: Entiendo que no te sientas seguro de aceptar la tarea. Pienso que le confiaré la obra a tu amigo Proteo. Cualquiera que complete este encargo a tiempo será nombrado gobernador de Ethen.
Proteo era un general poderoso al que Octavio consideraba su competencia más fuerte en su carrera hacia la glorias y la fama, y el emperador lo sabía. Ethen era el estado más próspero del imperio, y ser nombrado su gobernador era un gran honor.
Su majestad no me ha entendido. Será un gran honor que me confíe una tarea tan noble y tengo la seguridad de completarla en un año, dijo Octavio ansiosamente.
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