jueves, 15 de septiembre de 2016

El templo. Parte 2

El emperador se permitió una sonrisa más relajada, ya que el general había mordido el anzuelo.

Si tienes éxito podrás mantener tu cabeza en alto y ser el gobernador de Ethen. Pero déjame advertirte que, si no lo logras, no tendrás cabeza sobre tus hombros, no soportaré ni el más mínimo fracaso, dijo el emperador con dureza.

La imagen de que le cortasen la cabeza pasó po0r la mente del general y tembló un poco. Sabía que el emperador era frío y desapasionado, y que no tendría problemas en decapitarlo si fallaba.

Entiendo, su majestad, dijo y, después de inclinarse ante él, se fue.

Construir un templo de tales dimensiones y grandeza requería de muchos recursos: dinero, materiales y, sobre todo, de esclavos.

Por lo tanto, cientos de miles de esclavos de todas las partes concebibles del mundo fueron llevados a la construcción del gran templo. El sitio de la construcción se convirtió en una Babel de gritos, gemidos y suspiros en innumerables dialectos, pero todos hablaban el idioma universal del sufrimiento humano. Los soldados supervisaban de cerca a estos esclavos, o los azuzaban tanto como podían, y los centuriones les respiraban en el cuello a los soldados. Sabían que si el templo no quedaba terminado a tiempo, sus cabezas rodarían antes de que el general perdiese la suya.

Pasaron seis meses y el general Octavio tenía motivos de sobra para preocuparse, y realmente no lo perturbaba precisamente el avance físico. Los bárbaros habían atacado el imperio, y sus finanzas est5aban severamente reducidas. A Octavio le hubiera encantado dirigir el ejército, pero la responsabilidad le fue dada a Proteo, dado que el emperador quiso que el trabajo del templo continuase sin interrupciones, aun en medio de una guerra sangrienta. Si Proteo resultaba victorioso, esto le restaría importancia a Octavio, y la única manera en la que podría mitigar ese daño sería completar el templo a tiempo y con el flujo reducido de dinero.

Octavio comenzó a buscar maneras de recortar los costos. Era evidente que la mayor parte del dinero se estaba gastando en los esclavos. Si podía reducir su número a la mitad y lograr que se llevase a cabo la misma cantidad de trabajo, podrías terminar exitosamente su tarea. ¡Simplemente tenía que haber menos bocas a las que alimentar!

Así que inició el proceso de3 identificar a los esclavos prescindibles y a los valiosos _los más débiles fueron considerados prescindibles y a los más fuertes se los consideró valiosos- al menos hasta que se completase la tarea. Los prescindibles fueron vendidos y, si nadie los compraba, eran decapitados.

Que llegase la madrugada, que el sol fuera una esfera ardiente o se tornase carmesí, o que aparecieran la luna y las estrellas, no significaba prácticamente ninguna diferencia para los esclavos

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