martes, 25 de abril de 2017

El líder: hombre de poder. 31

Veamos cuales son las etapas para llegar a ser un Tlamatini:

Primer paso: la unidad y el equilibrio: soltar.

Su salud y su cuerpo, serán el resultado de las batallas que haya emprendido y la forma en que las haya enfrentado. Transmitirá su desarrollo personal con su sola presencia, la cual hablará igual o más que sus palabras. Es la etapa en que se muestra la totalidad de lo que hemos construido.

El hombre de poder o líder se habrá liberado de los hubieras, silenciará las quejas y le dará paso al presente. Sabe que los quejidos dan por sentado que merecía, y todavía merece una vida diferente de la que posee. El ha vivido su vida siguiendo su propósito, invirtiendo su corazón en las batallas necesarias y ha sido impecable. No le otorga lugar a perder el tiempo en lamentos inútiles, porque desde años atrás se comenzó a preparar para esta etapa.

Es el momento de la integración inteligente de la vida, de la unidad y el equilibrio. El hombre de poder o líder ya ha actuado como tutor de gente más joven, ha cuidado de los demás y ha formado relaciones profundas y duraderas. Ha crecido en el terreno sicológico y espiritual gracias a una combinación de sufrimiento y de aquello que le sirvió para aprender a partir de la experiencia; posee una vida interior, junto con la sensación de percibirse conectado con buna fuente superior de significado. El amor es lo que motiva y lo alimenta: lo que en verdad lo revitaliza es el amor incondicional.

Sigue profundamente implicado en la vida, no se da de baja se mantiene vigente. Tiene ahora más tiempo para detenerse en el otro para ponerlo en palabras de Leonardo Boff, y por supuesto en sí mismo. Puede también detenerse en la maravilla de la naturaleza, y se entenderá y vivirá como parte sintónica de un todo que lo rebasa.

Aprenderá a soltar: algunos amigos se irán primero, algunas comodidades desaparecerán, las habilidades motoras se verán disminuidas... El hombre de poder o líder sabe que al final de los tiempos, nada le pertenece y busca entregar al Universo lo que recibió. No acumula, no retiene. Recuerdo el caso de una hermosa viejita, que ante la certeza de que vivía sus últimos días sobre la faz de la tierra, comenzó a llamar poco a poco a cada uno de sus seres queridos. Les obsequiaba el pañuelito tejido, el angelito de cerámica, la vasija de barro, el cuadro de la familia, etc. Se detenía con cada uno, agradeciéndoles y otorgándoles su bendición. El día que murió sólo le pertenecía la bata y la cama en que yacías y por supuesto, el cariño de todos a quienes amó y la amaron. Doña Raquel, era una mujer de conocimiento, soltó a tiempo y nada retuvo.

Además, el hombre de poder o líder se esforzará por aprender a perdonar. Recordará que toda enfermedad proviene de3 un estado de no perdonar. El perdonar es un proceso que implica el perdonarnos a nosotros mismos por lo que hicimos o dejamos de hacer. No es extraño pues, que el último verso escrito por León Felipe en su entrañable Oh este viejo y roto violín, diga: voy olvidando... olvidando, pero quiero que la última palabra, pegadiza y terca que recuerde al morir sea ésta: perdón.

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