sábado, 29 de abril de 2017

El líder: hombre de poder. 35

Más allá de la responsabilidad social: la responsabilidad fundamental, el olvidado y ancestral respeto y compromiso con la naturaleza y todo lo vivo.

Nuestra madre tierra es el cuerpo femenino de Dios.

Un panorama desolador.

Nuestros ancestros creían que la gente pertenece a la tierra, a diferencia de lo que piensan los modernos depredadores que creen que la tierra pertenece a la gente.

La palabra ecología procede del griego oikos que significa casa. Así, todos los esfuerzos ecológicos se orientan a cuidar nuestra única casa: el planeta Tierra que nos cobija. Los hombres de poder o líderes de todo el mundo deben entender que es deber de todos, pero de ellos en primera instancia, buscar la salud de nuestra casa interna y de la externa; de la que se encuentra en los límites de nuestro cuerpo y de nuestra alma y la que habitamos día a día. Es tarea urgente de los actuales hombres de poder o líderes, unirse para sanar y restaurar la madre tierra.  

Se tiene que buscar un nuevo orden mundial: las antiguas sociedades reconocen la estructura y la función propias de la naturaleza, y están comprometidas con el mantenimiento y recuperación del equilibrio natural. El sendero del hombre de poder o líder es respetar y proteger la estructura y la función de la madre naturaleza. Cuando nos convertimos en ciudadanos de la tierra, asumimos la responsabilidad por el uso que hacemos de nuestro poder.

Pero veamos el tamaño del reto que le espera al hombre de poder o líder:

Una amenaza latente y por momentos olvidada.

Durante la segunda guerra mundial, las bombas llamadas convencionales, se llenaban con veinte toneladas de TNT y tenían el poder de destruir una manzana de casas en una ciudad. Todas las bombas lanzadas sobre las ciudades en la segunda guerra mundial sumaron unos dos millones de toneladas, dos megatones de TNT. A finales del siglo veinte, dos megatones era la energía que se liberaba en la explosión de una sola bomba termonuclear del montón.

A principios del siglo XXI los misiles estratégicos apuntaban a más de quince mil objetivos designados, con armas que contenían una mortífera energía superior a los diez mil meganones, lo que implica según Carl Sagan, que no a lo largo de 6 años (como en la segunda guerra mundial), sino en unas pocas horas, una revientamanzanas (así eran llamadas las modestas bombas empleadas en la segunda guerra mundial), correspondería a cada una de las familias del planetas... Los resultados de una conflagración mundial serían devastadores, no sólo para la especie humana, sino para todo rastro de vida sobre la tierra, ya que la radiación y la precipitación radioactiva, durarían hasta cien años después de las múltiples explosiones. Los resultados son aterradores y desconocidos.

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