Elizabeth Kübler-Ross famosa tanatóloga señala que nosotros somos el común denominador de todas y cada una de nuestras relaciones, desde la más íntima e intensa a la más distante. Las actitudes que aportamos a una relación, ya sean positivas, negativas, de esperanza u odio, las aportamos a todas nuestras relaciones. Las relaciones nos ofrecen las mejores oportunidades para aprender las lecciones de vidas, para descubrir quiénes somos, a qué tememos, de dónde procede nuestro poder y el significado del amor verdadero.
Aprender a relacionarnos con el otro, construir el nosotros es todo un reto de aprendizaje para ser hombre de poder o líder. De hecho, el liderazgo estás entrañablemente ligado al tipo de relación que el líder establece con sus grupos de trabajo, con sus colaboradores. Sin embargo, muchos se quedan al final del camino solos y lanzando la culpa a los demás; otros, no logran los objetivos marcados o comprometidos, por su falta de firmeza. En ambos casos, están expuestos al contacto con el otro. De la forma en que el líder resuelva sus relaciones, será la forma en que logre sus objetivos.
Séptimo paso: aprende a ser productivo.
Al igual que un adulto, un hombre de poder o líder no puede ser mantenido. Tiene que generar sus propios mecanismos de productividad.
En la antigüedad, era fundamental el aprendizaje de los ciclos vitales, el lenguaje de las estaciones, las señales celestes -por ejemplo, entender cuándo era propicio sembrar o podar, de acuerdo a los ciclos lunares-. Estos aprendizajes vitales permitían además entenderse como parte de un todo, armónico y constante. Así, la productividad primarias era ecológica, nadie forzaba a la naturaleza, era un don del Cielo.
Aristóteles, distinguió entre el valor de uso (de los productos para el consumo propio) y el valor de cambio (de lo que se produce para el trueque o comercio), y contrapuso el rendimiento financiero a la productividad natural. Cuando los campesinos siembran para comer, o tejen su ropa, hacen como las abejas que producen c era y miel. Pero sembrar o producir -afirma Gabriel Zaid- para vender no es natural. Y lo más antinatural de todo es que el dinero produzca intereses y se reproduzca, porque no es un ser vivo. Lo anterior referido al concepto de productividad, el cual aparece tardíamente con la revolución industrial a finales del siglo XVIII y principios del XIX. Al inicio la palabra productividad se refería -para continuar con las ideas de Zaid-, a la fertilidad de la tierra y la fecundidad de los autores, no a la productividad industrial. Adam Smith, por ejemplo no usó la palabra productividad; hablaba de capacidad productiva. Fue hasta finales del siglo XIX que los economistas comenzaron a emplear el término productividad, el cual pasó al mundo de los negocios con el Plan Marshall y sus famosas misiones productivas. Actualmente el concepto de productividad -según Peter Drucker-, se define como la aplicación de lógica en el trabajo, buscando métodos estandarizados y provistos por las empresas para mejorar el rendimiento de sus trabajadores y con ello aumentar la producción y la rentabilidad. Antes de la Revolución Industrial el concepto de aristocracia se referías a quienes poseían sabiduría -en atención al eterno maestro ateniense-, pero posteriormente se distorsionó para identificar a quienes poseían el poder económico. De aquí, parte de nuestra crisis de valores actual.
Para efectos de este trabajo, adopto el concepto propuesto por Gabriel Zaid: la productividad es finalmente creatividad: de la vida en el planeta y de la vida personal. La medida última de la productividad es la vida misma: su calidad, la clase de personas que produce. Así entendida, la tarea de quien busca ser hombre de poder o líder, consiste en desarrollar su creatividad para mejorar su vida personal y la vida en el planeta. Lo anterior, no está peleado con la idea de ser económicamente independiente al tener la capacidad de generar, de manera honrada los recursos necesarios para los requerimientos tanto personales como del núcleo familiar al que se pertenece. Un hombre de poder o líder no puede ser un parásito social. De ahí, que suene por demás incongruente, desde ésta óptica, que se hable por ejemplo de algunos famosos líderes sindicales o gremiales quienes han atesorado enormes fortunas, aparentemente a partir de sus actividades de dirección. Un hombre de poder o líder según nuestros antepasados, no buscaba su beneficio personal, pero tampoco se convertía en una carga para su comunidad.
En esta etapa, se desarrollan las habilidades necesarias para sostenerse económicamente.
Recorrer cada uno de los siete pasos anteriores era la enorme tarea del Macehual, quien había iniciado su largo camino para ser hombre de poder, o líder. Habiendo cubierto estas asignaturas, estaría listo para comenzar el segundo tramo: el Ticitl.
No hay comentarios:
Publicar un comentario