Afirma Louise Hay: lo que creemos acerca de nosotros mismos se convierte en verdad para nosotros, cada uno crea sus propias experiencias a través de pensamientos y sentimientos. Lo que pensamos y las palabras que pronunciamos generan nuestras experiencias, creamos nuestra realidad y todo el mundo que existe en ella.
Una forma privilegiada en que nuestros pensamientos se concretan son las palabras. De ahí el llamado Primer Acuerdo, propuesto por Miguel ]Ruiz: sé impecable con tus palabras ¿Por qué tus palabras? Porque constituyen el poder que tienes para crear independientemente de la lengua que hables, tu intención se pone de manifiesto a través de las palabras. Lo que sueñas, lo que sientes, y lo que realmente eres, lo muestras por medio de ellas. Afirma la biblia, integrada por escritos realizados muchos siglos atrás que: el hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo. Porque de la abundancia del corazón habla la boca.
Las palabras no son sólo sonidos o símbolos escritos. Son una fuerza; constituyen el poder que tienes para expresar y comunicar, para pensar, y en consecuencias, para crear los acontecimientos de tu vidas, continúa Ruiz. La mente humana es como un campo fértil en el que continuamente se están plantando semillas. Las semillas son opiniones, ideas y conceptos. Tú plantas una semilla, un pensamiento y ´peste crece. Las palabras son como semillas, ¡y la mente humana es muy fértil!
Nuestros padres sembraron semillas en nuestra mente: nos dijeron en quien teníamos que creer, nos pusieron un nombre lleno de significado para ellos, nos dijeron que actos, pensamientos y actitudes eran buenos y cuáles eran malos. Nos heredaron el lenguaje, la religión, las costumbres... y nuestra actitud ante la enfermedad, como parte de un paquete que no elegimos y que forma parte de las profundidades del inconsciente de cada uno de nosotros. Además, establecieron finos mecanismos _también inconscientes- para que no los cuestionáramos al paso de los años. Así, cuando un nacido dentro de alguna religión decide, por ejemplo, el explorar un cambio en sus creencias e ingresar a alguna de las llamadas sectas -observar la carga de la palabra-, deberá de enfrentar no sólo el rechazo de su grupo familiar, sino sus propias culpas.
Ante los procesos de la enfermedad tanto individual como social, me he encontrado con estos finos y efectivos mecanismos de aseguramiento. He enfrentado verdaderos momentos de enojo por parte de pacientes, quienes durante toda su existencia han vivido una amplia gama de enfermedades; las crisis se presentan cuando se les invita a ser conscientes de los mecanismos de aseguramiento de la gran mentiras aprendida der sus padres, la cual pudiera sintetizarse en la siguiente frase: no existe otra forma de vivir, que no sea enfermo. Una paciente que había recorrido a los más disímiles especialistas buscando la mágica respuesta a sus constantes enfermedades (ya sabes, cardiólogos, ginecólogos, etc.), me confesaba entre serias y en broma, que sólo le faltaba hacerse los exámenes de antígeno prostático, cosa que no haría ya que desgraciadamente no contaba con próstata.
En las familias, empresas, instituciones y países, el problema es similar: se siembran conceptos en la mente que no son cuestionados, son dados por verdades y se actúa en consecuencia, aunque los resultados sean , dolor, tristeza, pobreza, injusticia y enfermedad. Así, los grupos sociales son el reflejo de sus líderes: los padres marcan el ambiente familiar, los directivos construyen la llamada cultura laboral y los dirigentes políticos marcan la pauta de los pensamientos colectivos, y todos se concretan en palabras. Los niños, no saben distinguir la palabra dicha con verdad de la palabra que es mentira.
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