miércoles, 3 de mayo de 2017

El líder: hombre de poder. 37

Apenas hace cien años, la mortalidad infantil por efecto de la contaminación del agua en los centros urbanos de Europa era tan alta como lo es hoy en el África subsahariana. Aún así, hoy más de 2,600 millones de personas siguen sin tener acceso a sistemas de saneamiento, siendo esto de vital importancia para la salud humana.

Las diversas contribuciones de este Informe documentan la forma en que la corrupción invade todos los aspectos del sector del agua: cómo infla los costos del agua potable en India, Kenia y otros lugares, cómo perjudica al riego en Pakistán y a las grandes represas en América Latina, y cómo colabora con la gran contaminación del agua en China.

En muchos países industrializados, la corrupción penetra furtivamente en la gestión de los recursos hídricos. Asimismo, dificulta aún más la adaptación global al cambio climático. Las mujeres y los pobres son las víctimas más frecuentes de la corrupción en la gobernabilidad del agua, que indebidamente castiga a los más débiles de la sociedad.

Los seres humanos hemos construido en los últimos 3 o 4 mil años, una civilización capaz de explorar las estrellas, al tiempo que hemos descuidado un sinnúmero de aspectos básicos que afectan directamente a la supervivencia de nuestra especie sobre la faz de la tierra. Somos unos auténticos depredadores: en este momento tenemos los recursos suficientes para destruirnos, pero no hemos desarrollado ni la consciencia ni la voluntad política, para asegurar la conservación del único hogar, con el que hoy por hoy, contamos los humanos.

Es claro que el deterioro ambiental, siempre está unido a la participación consciente o inconsciente del hombre y de sus líderes.

Salvaguardar los derechos de la tierra.

Los seres humanos con una visión omnipotente y arrogante, hemos pretendido hacernos dueños del planeta Tierra y, lo llevamos irremediablemente a su rápido deterioro. Se afirma que somos parásitos destructores de lo que nuestros ancestros llamaban la madre Tierra, la Pacha mama.

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