sábado, 20 de mayo de 2017

El líder: hombre de poder 47

Por su parte Paz señala que el machismo, la exagerada hombría, consiste en no rajarse nunca. Los que se abren son cobardes y abrirse es una debilidad, una traición. El mexicano puede doblarse, humillarse, agacharse, per no rajarse. Esto es, permitir que el mundo exterior penetre en su intimidad. El rajado es poco de fiar, un hombre de dudosa fidelidad... cada vez que ase abre, abdica. El mexicano -continúa nuestro premio noble- considera la vida como lucha, concepción que no lo distingue del resto de los hombres modernos. El ideal de hombría para otros pueblos consiste en una abierta y agresiva disposición, al combate; nosotros acentuamos el car4ácter defensivo. Listos a repeler el ataque (...) la hombría se mide por la invulnerabilidad ante las armas enemigas o ante los impactos del mundo exterior. El estoicismo es la más alta de nuestras virtudes guerreras y políticas. Desde niños nos enseñan a sufrir con dignidad las derrotas, y así, si no todos somos estoicos e impasibles, al menos procuramos ser  resignados, pacientes y sufridos. La resignación es una de nuestras virtudes populares. Más que el brillo de la victoria nos conmueve la entereza ante la adversidad. De aquí la contraparte del chingón, el chingado.

I(r a nuestras expresiones populares -aunque tienen una carga fuerte as nivel expresivo-, puede ayudarnos a entender mejor el fenómeno: quien maneja poder y dirige instituciones u organismos, es un chingón, para emplear el vocablo popular, el cual es antónimo a ser tonto, por decir lo menos. Chingas es sinónimo de sacar ventaja, ganar, lastimar y no es lejano a la expresión española de joder, inclusive con su sentido sexual. Se decía que joder (tener contacto sexual) en la época de la España franquista no era pecado... sino milagro. Una de nuestras mayores groserías consiste en enviar a nuestros oponentes muy lejos -a chingar a su madre-, lo cual hace referencia a la madre usada textualmente por alguien, lo que nos pone en contacto con las sórdidas historias repetidas una y otra vez a lo largo de la historia de nuestra conquista: el español que abusa sexualmente de la nativa, como uso del poder de vida y muerte con que contaban. Además, estos abusos son en gran número fuente del mestizaje. 

Los mexicanos identificamos al chingón como aquel que puede romper los límites, normas y reglamentos que sean necesarios; pasar por encima de quien considere o cuando menos usarlo para su beneficio con el fin de obtener lo que desea. Los mexicanos guardamos sentimientos mezclados ante estos personajes: por un lado lo tememos y por otro lo admiramos y en el fondo de nuestro corazón, lo vemos como ejemplo aspiracional. Baste ver la manera en que son vividos los líderes sindicales de algunos gremios (a quienes inclusive se les achaca muertes de opositores), los narcotraficantes dentro de sus áreas geográficas de influencia y muchos de nuestros políticos o inclusive, algunos directivos empresariales. Un ejemplo de lo anterior puede ser el general Asencio de la famosa novela costumbrista mexicana Arráncame la vida de Ángeles Mastreta.

Así, para ser chingón se requiere de las siguientes características, todas aceptadas socialmente e inclusive exigidas a quien aspira a ser líder en nuestro medio.

1.- El poder económico. Muchos de los líderes actuales van tras el poder político y social, como medio privilegiado para obtener el enriquecimiento económico personal. La gran mayoría de las fortunas acumuladas por políticos resultan al paso del tiempo inexplicables y cuestionables. Detrás de esta confrontante realidad se encuentran rasgos de la personalidad en donde el uso de las posiciones y de los demás -seguidores, agremiados, votantes, inclusive colaboradores-, ves el común denominador. Es más, nuestra sociedad de alguna manera sopesa la importancia de un determinado líder a partir de los signos de estatus que muestre autos y ropa costosos, personal de seguridad a su cargo, etc. Son extremadamente limitados los ejemplos de líderes que, como nuestros antepasados, hacían del servicio a la comunidad su forma de vidas, sin pedir nada a cambio. Como sociedad hemos justificado cuando no impulsado con nuestro silencio y complicidad, la existencia y reproducción de e3stos parásitos, que no líderes. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario