martes, 23 de mayo de 2017

El líder: hombre de poder 47

2.- La incongruencia. Dentro de las más comunes realidades compartidas por nuestra sociedad está el empleo que hacen algunos dirigentes -sobre todo políticos-, de la mentira como forma cotidiana de manejar su presencia en los medios masivos de comunicación. Un día, por ejemplo, afirman que no subirá el precio de las gasolinas o de la tortilla, y todo mundo acepta sumisamente que la realidad será exactamente lo contrario. Es frecuente que los modernos medios de comunicación recuerden a los políticos lo que el día anterior dijeron ante los micrófonos y que hoy por hoy, niegan. En México durante el sexenio del presidente Vicente Fox, se hizo famosa la frase de su director de Comunicación Social cuando intentaba componer la plana -o la barbaridad dicha por su jefe el día anterior-, de la siguiente manera: lo que quiso decir el señor presidente... Es asombroso el cinismo de algunos políticos cuando se desdicen de alguna frase o declaración realizada, en muchas ocasiones lanzando la responsabilidad al reportero que grabó el disparate en turno.

Un inquieto investigador y asesor de empresas, el Lic. Gabriel Martínez Medel, recientement3e aplicó al inicio de un seminario un ingenioso test: seleccionó un generoso número de refranes mexicanos y les pidió a loas participantes (todos dueños y altos directivos de empresas), que los acomodaran por orden de importancia. El primero resultado fue socialmente esperado: la unión hace la fuerza recibió el mayor número de votos. Querer es poder, obtuvo el segundo lugar. Los últimos lugares aparecieron los siguientes refranes: primero yo, después yo, y al último yo, y el que no tranza no avanza. Las ideas de trabajo solidario y de reconocimiento al esfuerzo, sonaban muy razonables y honorables como forma de describir a los asistentes, en contraste con el individualismo e invitación a la corrupción de los dos últimos refranes. Conforme fue avanzando el seminario las máscaras fueron cayendo generando una reclasificación de los refranes: los originalmente señalados como postreros se tornaron en los primeros. Es decir, el discurso inicial, no correspondía en nada a la realidad de los actos.

Esta falta de congruencia se refleja también de otra manera: algunas autoridades religiosas ponen el grito en el cielo ante algunas reglamentaciones (por ejemplo los recientes ajustes al Código Penal del Distrito Federal sobre el tema del aborto), mientras que olvidan las paredes de los viejos conventos llenos de fetos, o las terribles historias de pederastía, reiteradas cotidianamente en los medios de comunicación.

En México el chingón tiene un certificado de impunidad que de alguna manera es aprobado, reforzado e inclusive, requerido por nuestra sociedad.  

3.- La arrogancia. Para ser líder tienes que parecerlo, se afirmas en diversos cursos sobre liderazgo. Obviamente nuestros modelos de rol han transitado de los imponentes penachos de los Tlatoanis aztecas a las imágenes simbióticas de los conquistadores españoles con sus armaduras montados en los caballos -hasta entonces desconocidos en América-, llegando al actual derroche de prepotencia de los guardaespaldas que atropellan y maltratan a quien se interponga en el camino del poderoso, a bordo de enormes camionetas último modelo con vidrios polarizados. A mayor aparato de seguridad, mayor estatus del protegido.

Así, un líder debe de ser temido, y como dice la popular canción su palabra es la ley. Se generan ejércitos de colaboradores quienes desarrollan la enorme habilidad de decirle que sí a todo lo que el nuevo Tlatoani diga -los famosos yes men- . La humildad es palabra poco conocida y aceptada por muchos de estos hombres.

4.- La falta de respeto. Un chingón, no tiene por qué hacer colas ni ingresar a las vías de tránsito ordenadamente. Tampoco tiene por que respetar a la naturaleza ni protegerla. Con cierto temor y asombro, se habla de las formas que adoptan algunos prepotentes ya sean políticos, empresarios o narcotraficantes. Se afirma que si los mexicanos fuéramos respetuosos, otras circunstancias viviríamos. En cierta ciudad del norte de México, llegan poderosos con sus guaruras a lavar sus camionetas y quienes ya estaban haciendo uso del servicio, pasivamente dejar su lugar para que aquellos, rápidamente sean atendidos por los sumisos empleados.

Los poderosos actuales pueden romper las reglas de tránsito y lanzar la advertencia: tu no sabes quien soy, intentando amedrentar al ciudadano común y corriente. Pueden desforestar la tierra impunemente, hacerse de los recursos naturales y luego comprar abogados y notarios para justificar sus ambiciones...

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