Gabriel Zaid se suma a esta perspectiva: milagrosamente la vida se produce en dirección contraria a la energía que se degrada, rescatando y subiendo de nivel una pequeña parte. Con sol y agua, crece y se multiplica. Hay testimonios milenarios que celebran su abundancia, pero no hablan de forzar a la naturaleza. (En la antigüedad) no aparecía la voluntad de producir, menos aún la de superar marcas de rendimiento. La productividad es un don del cielo, que se agradece como una bendición. El mar, las playas, los montes, la vegetación , los pájaros, las nubes, no son un recurso parea esto o aquello: son interlocutores que nos hablan y escuchan. La tierra no es un capital: es una teofanía, una epifanía, es la aparición de Dios.
El hombre de poder, o líder tiene una gran responsabilidad para su comunidad: asegurar las condiciones para que sus hijos y sus nietos, vivan en un lugar con mejores condiciones que las actuales. Esto implica sentirnos parte de un todo, no los dueños de parcelas. Requiere que nuestro compromiso con lo vivo, con nuestro planeta; necesita que se haga realidad en hechos concretos, sistemáticos y consistentes; por eso defiendo la idea de que la responsabilidad social es un avance, pero es aún limitada de frente a los conceptos ancestrales que debemos rescatar.
Recordemos que la palabra indio, significa uno con Dios. Ser uno con él, implica rescatar a nuestro planeta y retomar el contacto con la madre naturaleza. Retomemos el hermoso concepto del líder Dakota Ohyyesa Wapheton: Entre nosotros los indios, no existen templos ni santuarios, salvo aquellos de la naturaleza. Para ser un hombre natural, los indios eran intensamente poéticos; ellos considerarían como un sacrilegio el construir una casa para él, quien puede ser encontrado cara a cara en el misterio de los colores de los bosques primaverales, en los cielos estrellados, ven las flores. Él quien se viste en los firmes velos de las nubes... ¡Él no necesita una catedral!
Los pueblos indígenas reconocen que la herramienta más integradoras y sanadoras de que se dispone en nuestra conexión con la naturaleza y los espacios salvajes. Afirma Ángeles Arrien: el ser humano ves un aspecto de la naturaleza y la naturaleza misma es una manifestación de la religión primordial. Incluso la palabra equivalente en las lenguas indias. La naturaleza es el gran misterio, la religión antes de la religión.
El verdadero respeto y la real Responsabilidad Social, nos llevaría a lo que aquí he denominado la Responsabilidad Fundamental que puede sintetizarse no sólo en la generación de consciencia para asegurar que el paneta tierra, sea un buen lugar en donde las siguientes generaciones puedan vivir con mejores condiciones que las actuales, sino la suma de acciones tomadas globalmente para asegurar lo anterior, cuidando nuestro humilde lugar en el cosmos. Tanto el ocultado fantasma de la guerra nuclear como los constantes ataques que los humanos hacemos a nuestro medio ambiente, ponen en verdadero peligro la sobrevivencia de nuestra especie sobre la faz de la tierra.
Señala Carl Sagan: hace sólo un momento, unos determinados animales... se bajaron de los árboles y se dispersaron. Su postura se hizo erecta y se enseñaron a sí mismos el uso de herramientas, domesticaron a otros animales, plantas y el fuego, ve idearon el lenguaje. A un ritmo cada vez más acelerado inventaron la escritura, las ciudades, el arte y la ciencia y enviaron naves especiales a los planetas y a las estrellas. Éstas son algunas de las cosas que los átomos de hidrógeno hacen si se les da quince mil millones de años de evolución cósmica. Es posible que el cosmos esté poblado por seres inteligentes. Pero la lección darwiniana es clara: no habrá humanos en otros lugares. Solamente aquí. Sólo en este pequeño planeta. Somos no sólo una especie en peligro sino una especia rara (que se autodestruye). En la perspectiva cósmica cada uno de nosotros es precioso. Somos la encarnación local del cosmos que ha crecido hasta tener consciencia de sí. Hemos empezado a contemplar nuestros orígenes: sustancia estelar que medita sobre las estrellas, conjuntos organizados de decenas de miles de billones de billones de átomos que consideran la evolución de los átomos y rastrean el largo camino a través del cual llegó a surgir la consciencia, por lo menos aquí. Hablamos en nombre de la tierra. Debemos la obligación de sobrevivir no sólo a nosotros, sino también a este cosmos, antiguo y vasto, del cual procedemos.
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