miércoles, 24 de enero de 2018

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También está todo el trabajo con el léxico: las palabras que valen o no según se han construido, según la acepción a la que se refieran y sí hay alguna autoridad que documente la validez de ese uso en ese contexto. Por eso no solo basta con saber muchas palabras, sino de cómo y por qué se están usando. Si quieres saber si una palabra existe o no, pregúntaselo a Alberto.

Un saber indispensable: la orto tipografía o por qué usamos convenciones arbitrarias de signos y recursos diacríticos para aportar más significado a la lectura. Xosé ya te habrá contado bastante sobre el asunto como para que pueda contarte algo nuevo. Es el conocimiento puente entre el lenguaje y la edición. De aquí se puede pasar a la tipografía, pero ahí es Jorge quien más puede contarte sobre este asunto.

Tienes que conocer el mundo de la edición y de las artes gráficas: es como geografía para un explorador. Los procesos de edición y composición son el terreno que pisas, ya trabajes para una editorial, una revista o seas el asesor de un publicista.

¿]Y qué habilidades? Debes saber dudar, parea que vayas detectando tus debilidades y eliminarlas cuanto antes; no te preocupes si tardas años: así estamos todos. Tienes que ser un Sherlock: investigar es saber buscar en diccionarios, manuales de estilo, en listados de terminología, enciclopedias, o el universo de Google. Y para ayer. Entre las cosas raras que no se enseña habitualmente al corrector está el saber conceptualizar: quién escribió el texto, para quien, para qué, cómo y en qué soporte. Sé resolutivo y pragmático: ofrece soluciones concretas para una errata, no discursos sobre el método. Y hablando de método, la metodologías: un trabajo pautado te servirá para ser productivo y más eficiente.

Añade también una colección de habilidades informáticas, contabilidad, márquetin o gestión y verás que este trabajador invisible es inmensamente rico, en conocimiento.

Lo correcto y lo incorrecto
Todo corre3ctor que comienza a trabajar sueña con una normativa que dé respuesta a todos los problemas. De hecho, lo ideal es que todo lo que se salga de la normativa sea un error, pero la vida siempre viene a contradecirnos. Nuestro sueño de ángel exterminador que, con una espada de fuego salva y condena las palabras, se desvanece. Por ejemplo, las palabra pichicha no aparece en los diccionarios de referencia, pero si te la encuentras en un texto de una revista de vinos castellanomanchega, te aseguro que los paisanos que la lean la considerarán correcta: sabrán que es un vino de restos de cosecha, hecho con las uvas que quedaron en las cepas, las que no se recogieron entonces por no estar aún maduras. Se podría decir que significa que, si este vino es pichicha, no está mal sabiendo con qué materiales se ha hecho. Una palabra de una precisión asombrosa. No es precisamente un neologismo ni mucho menos un barbarismo o un anglicismo. Esa palabra puede llevar siglos circulando y funcionando como un reloj. Se parece mucho a pichancha, cosa apreciable que ser adquiere a poca costa que usan en Argentina, Uruguay y Paraguay, con la diferencia de que allí es un sinónimo de ganga (lógica relación con pichicha si sabemos que las uvas que quedan en la cepa tras la cosecha te las puedes llevar sin pagar por ellas).

Por no contar con un número apreciable de registros escritos --ni tan siquiera aparece en el Google Ngram Viewer--, esta palabra no ha llegado más allá de su contexto local. Pero un corrector no puede suprimirla alegremente. Debe documentarse y preguntar al autor qué quiere decir ese término; sugerir al responsable de la edición que explique esa palabra al lector.

Permíteme un símil para nuestra argumentación sobre lo correcto y lo incorrecto qué está mal y qué está bien es como trazar una línea de costa para donde está el mar y dónde la tierra. Una sólida roca en un promontorio nos sirve para tener la seguridad de que ahí tenemos suelo firme, y unos metros más allá, sobre la cubierta de un barco, podremos asegurar que estamos en el mar rodeados de agua. Los problemas de los límites los encontraremos en las playas, con las olas, las mareas: donde por la mañana hundes tus pies en la arena, por la tarde buceas entre peces. Aún más: donde de pequeño pescabas calamares, ahora hay un puerto deportivo con su centro comercial. Los límites cambian que es una barbaridad, en la playa y en nuestra lengua.

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