La evolución actúa en todo lo que se mueve en este planeta, por lo que los correctores también hemos evolucionado. No sé cómo dirían corrector en egipcio o en lo que hablaran en Mesopotamia, pero seguro que entonces ya existían: nadie se jugaría el cuello a anotar leyes en una tablilla de barro o a esculpir jeroglíficos sin revisarlo antes unas mil veces. No me extrañaría que una errata pudiera costar una mano. Los copistas medievales también corregían los errores que el diablo Titivillus colocaba entre sus letras a los copistas más ociosos, pero al no usar Word ni tipp-ex recurrían al raspado de la tinta para corregir. De hecho, frente a la escasez de papel o pergamino se recurrió al raspado del texto para reutilizar este material en nuevos ensayos, leyes, historias. Imagina el jolgorio que se organizó en el siglo XIX cuando descubrieron que usando potasio y amonio podían recuperar esos textos (palimpsestos) que habían desaparecido y habían dormido durante siglos.
La llegada de la imprenta nos deja testimonios de la necesidad de una figura profesional de la corrección que persiste un siglo más tarde, como nos contaba el preocupado Felipe II. A partir de entonces los correctores están estrechamente ligados al mundo de la imprenta, por lo que nuestra imagen queda asociada a la de un tipo maduro, que pasea por la imprenta cubierto con un guardapolvos sucio con manchas de tinta, con gafas gruesas sobre un bigote amarilleado de nicotina... que se ha convertido en una caricatura que dista mucho de la imagen de la freelance que trabaja desde hoy su casa con la mirada fija en la pantalla.
Llegó un momento en el que la edición se dividió entre el puro trabajo de gestión editorial , trasto con los autores, preparación del original, tratamiento del texto, y el trabajo de la imprenta; esa división llegó a ser física hasta desligarse por completo para convertirse, en la mayoría de los casos, en dos negocios independientes. Los correctores podíamos ir de un lado a otro, pero acabamos desapareciendo de las imprentas hasta el punto de que ya es tan raro ver un corrector en una imprenta como a uno trabajando en una editorial. Aún persiste la imagen de que las editoriales y los periódicos tienen sus correctores en las oficinas, en alguna especie de despacho para correctores, pero no: en España son contadas las editoriales que aún cuentan con un corrector en nómina, por no mencionar los escasos periódicos y publicaciones que mantienen a alguien que se encargue de esas tareas, sea o no corrector.
Evolucionamos, sobrevivimos, siempre junto al texto, desde la tablilla hasta la tableta.
El corrector automático o el autocorrector
No sé si te habrás dado cuenta, pero el prefijo auto- lo estamos acoplando a muchas palabras para que aporte el significado de automático. Pero según el DRAE significa propio o por uno mismo. Autosugestión, autobiografía, automóvil (y, ojo, que esta es una de esas 427 veces que aparece la palabras significa en una definición)., De hecho, autocorrector suele aparecer marcado en rojo en Word por una razón delirante. Abróchate, que vienen curvas: la palabra que Word sugiere para reemplazarlas es auto corrector y, si tienes dudas, te recomiendas que consultes su Autocorrección (!]). Es decir, Word te viene a decir que está mal, pero observa cómo él (o ella o ello o eso) también la utiliza para nombrar nada menos que una de las funciones más controvertidas y sicóticas del procesador de textos.
A word no le gusta por la misma razón que a mí: sigo interpretando ese término como un corrector que se corrige a sí mismo. Ya sé que tengo la batalla perdida y más aún desde que aparecieron los autocorrectores en los teléfonos inteligentes para sembrar la confusión en el mundo. Por otra parte, se han convertido en el chivo expiatorio para cargarlo con todas las culpas de los errores de nuestros textos. Cuando afearon a un partido político en España porque en su informe hablaba de hinundaciones, responsabilizaron a Word del cambio, quien, por su parte, precisamente no te permite escribir esta palabra con la letra hache. Compruébalo.
El autocorrector es un corrector automático que parece estar fuera de control. Te recomiendo que empieces a borrar ese concepto de tu cabeza: todo lo que hay en tu ordenador es programable y reprogramable; no solo lo puedes parar, controlar o adaptar, sino que puedes darle la vuelta por completo para comenzar a automatizar las correcciones. Que sepa tu ordenador quién manda en ellas. Pero esta es otra historia que debería contarla el Dr. Macro,.
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