miércoles, 10 de enero de 2018

En el nombre del corrector (y los que miran el dedo en vez de la luna)

Antes de que descubramos los distintos tipos de correctores y qué labores se les encomiendan, veamos una particular guerra entre estos profesionales invisibles, que, como tales, sostienen batallas invisibles que nada aportan, ni oficio ni beneficio. Si ya teníamos problemas de cara a la galería con la denominación corrector de estilo, resulta que la del otro corrector causa malestar entre algunos profesionales (una riña doméstica), que llegan a desdeñar innecesariamente a sus colegas por que no sé muy bien qué repentina urgencia academicista que les pierde en este asunto, mientras se necesita contar con la unidad de los correctores frente a problemas realmente serios. En estos casos, las principales asociaciones de correctores han estado trabajando para dar soluciones, como en el caso de la Ley de libro en España (en la que los correctores ni tan siquiera aparecían en la cadena de valor del libro); las extrañas tareas de los correctores según el Instituto Nacional de Cualificaciones; la penalización por asesorar a los profesionales sobre cómo presupuestar sus trabajos; o cómo conseguir la unidad entre los correctores hispanohablantes. Mientras los correctores profesionales plantamos cara a estos problemas, unos pocos decidieron entretenerse mofándose del uso de la denominación corrector orto tipográfico, como si esto fuera un sacrilegio, por no llamarlo tipográfico. Actitudes comprensibles entre hinchas futboleros, pero no para unos profesionales del lenguaje, acostumbrados a usar y respetar distintos términos como computador, computadora u ordenador.

Llamémoslo corrector de pruebas si se quiere consenso, porque bien puede ser orto tipográfico o tipográfico, como antes también se le llamaba de galeradas.

La argumentación está basada en autoridades y tradición, y por esta misma razón, la historia y sus pensadores oscilan entre estos términos e incluso añaden el de corrector de imprenta, sin que la sangre llegue al río. El libro de Oriol Nadal, Manuales tipográficos para compositores, correctores e impresores, recorre la obras de Juan Caramuel, Syntagma de arte typographica (1664); la de Alonso Víctor de Paredes, Institución y origen del arte de la imprenta y reglas generales para los componedores (1680); la de Joseph Blasi, elementos de la typographia (1751); y las de Juan José Sigüenza y Vera, Mecanismo del arte de la imprenta (1811) y Adición al Mecanismo (1822). En todos ellos hay referencias obligadas al corrector y solo en dos casos se refiere al adjetivo tipográfico. Y mientras tanto, nuestro san google particular reconoce que aparecen 7000 casos con el apelativo orto tipográfico frente a los 2000 tipográficos. Con estos datos, ¿a quién quieres más?

Mucho más doloroso es que se agrupe bajo el nombre de corrector de estilo a los dos tipos de profesionales porque no nos beneficia en absoluto, ni a los que defienden un término ni a los otros: si nuestros clientes piensan que los correctores hacemos dos trabajos a la vez (por el precio de uno), mal vamos.

En esta batalla, elige y defiende bien tu postura para ser del Frente Judaico Popular o del Frente Popular de Judea; mientras tanto, los romanos te habrán cercado. Esa es la situación.

Tipos y tipas de corrección
El mejor método para clasificar las correcciones es hacerlo por el momento que ocupan en el proceso de edición. Y entendamos por proceso de edición tanto el que atañe al texto que escribes en tu casa, compones e imprimes, como al industrial de McGraw-Hill. también podríamos hablar de correctores pues hay un dominante 80% de mujeres en el sector /radiografías de la corrección, UniCo, 2007).

1 Fase de creación. A grandes rasgos se puede decir que un proceso de edición empieza cuando el texto aparece --redactado o traducido--. Aquí es donde el autor puede revisar su texto antes de entregarlo al editor, donde tienen un lugar las revisiones conceptuales. Y si se deja, deberá aceptar los consejos de su editor o de su agente literario: este personaje no es verosímil, aquí no tienes la misma garra que en los otros párrafos, púleme estos adjetivos, etc. Después deberían llegar las revisiones de contenido, esenciales para textos técnicos y científicos y para todos aquellos que vayan a utilizarse para el estudio. Solo un experto puede responsabilizarse: su trabajo es contrastar la información expuesta, nada de tocar estilo, giros o expresiones. Para el traductor, o más bien la traductora --también mayoritarias en el sector--, llega la horas de que otro traductor le revise su trabajo, tal y como se establece en las normas de calidad en la traducción como la UNE EN-15038:2006. Con el texto original  y el traducido delante, valorará si ha seguido los criterios y procedimientos pautados, la terminología, el respeto a la idea original y usos del autor. Si todo ha ido bien, llega el turno del corrector de estilo, el primero de los dos profesionales que cuando llegan a una fiesta sí se presenta sin pudor como corrector, como un profesional de pies a cabeza. En este caso ya es una corrección monolingüe. Esta correctora (o alguno de los escasos correctores) buscará que las ideas del autor se estén transmitiendo con claridad; que la expresión se ajuste al nivel de su lector; que no haya errores de léxico ni que atenten contra las normas de estilo que (crucemos los dedos) se deben de estar aplicando. Hacen esto y unas cuantas cosas más que  veremos más adelante.

Todas estas correcciones tiene que leerlas el autor o el traductor parea que dé su visto bueno. Solo entonces el editor autorizará la incorporación de los cambios.

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