No he tenido la oportunidad de trabajar más que en otros cuatro o cinco oficios más, pero solo en este me piden que haga una versión bonita de algo. Trabajé en una librería-papelería y, francamente, ahí sí que descubrí que los client3es podían pedirte cosas raras: un libro grande y rojo (sin citar autor, nombre o editorial); lapiceros de esos de dibujar (hay seis del tipo B y cinco del H más una serie de intermedios que hacen las delicias de los puristas de las definiciones); o un cuaderno normal (a lo que seguía un interrogatorio mayor que el de un Starbucks). Me ahorraré narrar otros trabajos indeseables de mi pasado para que no lo tengas en cuenta y sigas pensando que tengo algo que contarte sobre mi oficio esencial: la corrección.
Cuando ofrezco una corrección pregunto hasta dónde quieren que corrija, qué nivel de intervención consideran que precisa el texto, si quieren que tenga en cuenta tal o cual manual de estilo, enciclopedia, terminología, etc. Y la respuesta puede ser: tu ponlo bonito. Sé que no soy el único. A otros correctores también les ha pasado esto. Si eres uno de los nuestros, aquí encontrarás consuelo.
Puedo poner bonito un texto con guirnaldas adhesivas, con luces de colores o enmarcarlo con su paspartú crema y su moldura en wengué, pero sé que ese no es el bonito que me piden. Si se lo dejaran a Jorge, él podría enseñarles lo que es el documentismo y cómo conseguir que un texto sea sugerente y apetecible; pero tampoco están pensando en esto, porque bonito significa quiero que elimines las erratas, que apliques normalizaciones o que unifiques allá donde no llegue una norma, que revises la composición, que todo sea coherente, que apliques tus conocimientos y experiencia de años y que, además, por todo ello me cobres una miseria por la que te sientas agradecido. No, nuestro diccionario favorito no dice nada de esto bajo la acepción bonito, pero el oído del corrector obra prodigios interpretativos.
De cualquier modo, nunca te quedes satisfecho con esa instrucción: eres un profesional que necesita ejecutar una serie de instrucciones de limpieza, unas referencias de estilo, unas pautas y unos límites. Sí, señor: somos disciplinados y minuciosos hasta para ser capaces de distinguir un punto en redonda o en cursiva. Por eso, cuidado: comprueba que ese bonito cae efectivamente en el terreno de la corrección y no en el de la redacción, pues puede que te estén sugiriendo que mejores, arregles y embellezcas un texto que no son más que los mimbres de la idea que atisbaba a su redactor. Y aunque puede que redactes de maravillas, las tarifas de redacción y el tiempo para hacerlo son considerablemente distintas del trabajo de corrección.
Puede que poner bonito un texto sea una invitación a bailar en un campo de minas.
La corrección milagrosa o el 2 en 1
Un texto necesita, como poco, dos correcciones que corresponden a dos lecturas propias de los correctores. Si hay más, bienvenidas sean, pero con dos, por lo menos nos aseguraremos de que el barco flota y se aleja del desastre.
Me gustaría partir de un trabajo ideal --que existen y escasean como la ancianita y rica heredera que está deseando casarse conmigo para dejarme su indecente fortuna--, pero la realidad es terca y no suele dar la oportunidad a que el mundo idílico y platónico se aparezca entre nosotros. Así, me gustaría trabajar con un texto que ya ha tenido una revisión de contenido, porque yo solo podré corregir con mi visión y conocimientos de corrector, hasta donde llegue mi cultura general. No podré verificar, ni debo, la autenticidad y veracidad de lo que cuente el autor. Tampoco es mi tarea< valorar el trabajo de la traducción; mis correcciones son monolingües. Y ojalá me dieran la oportunidad de revisar si los cambios que he propuesto han sido introducidos o no en el texto con las segundas y terceras pruebas. Y también de cómo se ha hecho. Me contento con que haya dos, una de estilo y otra de pruebas.
Un texto publicitario, un folleto, un pequeño catálogo apenas tiene una masa de textos considerable y, por lo general, estos textos ya suelen aparecer compuestos ya sea para papel o digital: puedo aplicar una corrección de estilo y de pruebas; es decir, leeré para detectar errores que afecten a la expresión, al propósito del autor, a la adecuación del mensaje al lector, y tras ello, vigilaré que la composición y las normas de estilo ortotipografía incluida, son coherentes y consistentes, y que no queda una errata viva. Sí, puedo hacerlo sobre un documento tan pequeño como un folleto, y además muy rápido. A la vez, no: primero una corrección y luego otra.
Un documento extenso, de más de 50 páginas (lo que equivaldría a cien mil matices o 16,000 palabras), por lo menos necesita en primer lugar una corrección de estilo. Después de que se introduzcan los cambios, ese texto se habrá compuesto según las normas de estilo de la casa y solo entonces le llegará el turno a la corrección de pruebas.
Suena bien, ¿verdad? Ese es el ideal, que debería ser lo normal, lo que promulgan las asociaciones de correctores. Por qué no se puede hacer a la vez? Porque no puedes hacer una corrección de estilo y mientras tanto otra de pruebas ¡sobre un texto que aún no se ha compuesto! Y aplicar una corrección de estilo sobre un texto maquetado es atentar contra la salud del maquetador,. el flujo de trabajo y el sentido común: alguien tendrá que desmontar todo lo compuesto en la página para meter, como sea, tus correcciones.
No, noi es sensato trabajar con el 2 en 1.
No hay comentarios:
Publicar un comentario