viernes, 12 de enero de 2018

Por qué la corrección es un control de calidad.

¿Ya se ha dicho que sería mejor que nos llamáramos técnicos de control de calidad de los textos? Sería estupendo acabar con estas discusiones estériles sobre nuestro nombre con algo tan frío y desapasionado como técnico de nosequé de textos. Podríamos acabar siendo algo así como tecnitextos con los que acabaríamos con el malditismo de ser personas-que-te-van-a-corregir-porque-presuponen-que-te-equivocas. 

¿Pero qué calidad controlamos? ¿Qué hace que un libro sea bueno bueno? ¿Qué es esa cosa de la calidad?

Si uno se fija con detalle es un proceso de edición, en el desglose de esas tres fases que antes propuse. Se descubrirá que, desde el momento en que la idea --no el texto-- estaba en el departamento de márquetin hasta que el libro está en tus manos, siempre habrá habido personas en producción (trabajando con el texto y las imágenes, con su composición, su impresión, empaquetado y distribución) y unas pocas personas controlando que los errores se minimizan o desaparecen en cada fase. Que no haya errores es esencial. Cualquier error que surja en una fase obliga a repararlo en las siguientes si no se subsana antes, y eso solo trae problemas: es más fácil corregir estilo en Word que en un texto ya maquetado. Seguro que así lo entiendes mejor: es mejor asegurarse de que todos los cuadernillos que componen un libro están en orden y bien impresos que descubrirlo cuando los libros llegan a los clientes y son estos los que descubren los errores. Un lector también es un cliente y puede devolver un producto --o libro-- defectuoso. Un o no es demasiado problema, pero la devolución de una tirada con errores es ruinosa. Por eso hay que detectarlos antes de pasar a la siguiente fase. Las personas que chequean que todo está en orden son los controladores de calidad. Al comienzo del producto pueden evaluar que la editorial sigue las normas ISO que pautan su sistema de producción; se puede verificar que los cálculos de la viabilidad del proyecto son correctos; que el personal contratado para hacer la traducción, maquetación, corrección e impresión es idóneo; las imprentas cuentas con sistemas de verificación de colores y hasta de paletización (o la empaquetación de palés de cajas de libros); así que, ¿Cuál es entonces la verdadera ocupación de un corrector? Formar parte del equipo de controladores de calidad. En este caso, los que verificamos que el texto es apto para el consumo sin intoxicaciones graves.  

Sé que este punto de vista echa por tierra el ilusionante papel de ser defensores de la lenguas española, la infantería de la RAE y salvadores del idioma, pero para el día a día, es más práctico, claro y concreto. No inventamos la rueda: somos parte del equipo de controladores de calidad.

Pero, ojo: el coste del error se asume siempre que sea menor que el de la reparación. Para algunas editoriales es más barato montar una web para atender (para bloquear, más bien) las quejas y propuestas de los lectores, que pagar una corrección. Como los lectores no nos quejamos y no devolvemos los libros con erratas, la reparación sería aparentemente más cara que el error, ya que aunque el producto se venda defectuoso, no hay porqué repararlo (corregirlo) si las ventas del libro no se detienen. 

Quién corrige: correctores y conversos
Pongamos que has estudiado Filología o Humanidades, que no sabes desde cuando te gusta leer o escribir; que no puedes resistir señalar una tilde que falta en un  cartel en la calle incluso a sabiendas de que tu advertencia no le interesa a nadie de los que te acompañan (sí, es duro); digamos que eres de esa clase de personas que valoran más la dicción que el traje, corbata o peinado de quien nos habla, o peor aún, nuestra dicción que nuestro aspecto (esto nunca lo hagas). Sí, vives en un entorno difícil y espinoso. Quizá una de tus opciones sea pasar a la línea del frente y acabar de una vez con todas esas erratas que se te pongan a tiro. Tienes mucha voluntad, pero ¿seguro que ya sabes todo lo que necesitas para empezar a corregir?

cuando yo era estudiante de Filología trabajaba para revistas locales y universitarias. Pensaba que, como ya me habías leído varias gramáticas y un numero anormal de libros, yo ya podría corregir como un profesional. Entonces no sabías --entre otros muchos saberes-- que había distintos tipos de comillas, ni criterios para usar unas u otras, y qué hacer ante los usos de la cursiva frente a los de las comillas (los títulos de una obra que aparecen en el título en el título de un artículo ¿van en cursiva, redondas, comillas simples, latinas, inglesas...?) La orto tipografía era una isla ignota que jamás habíamos visto en las aulas. Y sabíamos mucho de norma, pero muy poco de errores, de diccionarios o de terminología (¿es lo mismo advertir de que que advertir qué?). Entonces, ante la duda, la única solución eras el purismo, la norma superior, el ideal platónico de la lengua. Si eres un filólogo de 22 años, con barba, gafas y fumas en pipa y sabes citar con propiedad a los académicos y gramáticos, tiene asegurado que tu palabra estará llena de autoridad... pero no de razón.

Con el tiempo, me he vuelto va encontrar ese arquetipo en distintos lugares: profesores cargados de sabiduría pero poco flexibles que solo conocen una norma, y no todas las que hay y todos los contextos posibles; lectores envidiables que recuerdan todas las obras que leyeron y gozan de un vocabulario rico y voluptuoso, pero les falta comprender qué es un error y qué es la orto tipografía; lingüistas con más normas que armas un boina verde, metidos en selvas de palabras de las que solo saben salir a tiros, más que con razones. Los textos que se corrijan con esos criterios van a salir dañados. Corregir no es una cuestión de fe en la norma. Ser corrector no consiste en vigilar que se cumplan las normas, sino en preocuparse por que el lector comprenda lo que el autor le quiere contar en ese momento, en ese contexto. Y para conseguirlo hay que descubrir el lado humano de la corrección.

No suelo ponerme místico --sólo llegué a monaguillo-- pero hazme caso: si tienes el perfil que vimos en el primer párrafo, pequeño saltamontes, que la pasión no te ciegue; condúcela, porque eres un profesional de la corrección en potencia.
 

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