Te pondré mi ejemplo favorito: la pesca. Has aprendido a pescar. Vas a ser todo un profesional de la pesca, con tu barquito, aparejos y (vaya, ya iba a decir toda la pesca) redes. Puedes organizarte por tu cuenta y riesgo para tratar de adquirir toda tu experiencia a base de prueba y error. Otra opción es incorporarte a una cofradía donde conocerás a los más veteranos y a toda tu competencia. ¿Cuál es la ventaja?, la colaboración, la solidaridad, la experiencia, los recursos, la comprensión e incluso la compañía.
Por eso recomiendo que te afilies a cualquier asociación profesional de correctores, como UniCo (www.uniondecorrectores.org) en España; Ascot, los correctores de textos de Perú; los de Ecuador, con Acorte, o la Casa del Corrector, de Buenos Aires. ¿Para qué te sirve pertenecer a un grupo de profesionales como tú? En primer lugar, porque es mejor estar adentro que fuera. En segundo lugar, porque entre otras muchas razones vas a poder encontrar a una persona que te aporte un criterio documentado para averiguar por fin cuál es el gentilicio de los habitantes de Beijing (beijineses, no beijhingneses ni beigiñeses); es decir, vas a estar entre personas que se topan o ya se toparon con tus mismas dudas y te van a ayudar en cuanto se lo preguntes.
]En tercer lugar, por orgullo profesional: porque hace falta esa unidad, esa necesidad de identidad. Y por último, para tener algo de comprensión, compañía y cariño: nadie soporta mejor las manías de un corrector que otro corrector.
El corrector: fantasma o invisible
En español, fantasma tiene como quinta acepción persona envanecida y presuntuosa, acepción a la que obviamente no me refiero al hablar de los profesionales de la corrección. El objetivo de nuestro trabajo es precisamente que no se vea nada, lo que luce muy poco.
Podemos alardear entre compañeros de las erratas que cazamos, pero a la hora de la verdad no te gustaría ver ninguna en el libro que entregas a tu editor.
En ocasiones me han preguntado si los correctores deberíamos exigir aparecer en la página de créditos. Sería una buena idea: la lista de profesionales que intervienen en la creación de un libro puede que no sea tan extensa como la de una película, aunque también es cierto que no añadimos a quien nos suministra grapas, bolígrafos ni quien nos prepara el café que corre por nuestras venas. Pero, pensándolo mejor no es tan buena idea: ¿sabemos si han introducido todas nuestras marcas o han tenido en cuenta nuestros comentarios? Si no fuera así, no puedes asumir que se te responsabilice de la corrección del libro ni que tu nombre aparezca en los créditos.
Un fantasma siempre es peyorativo si se usa para calificar tu profesión; invisible es aceptable. Tiene hasta su punto de encanto y magia, pero sobre todo ayuda a recordar que no estás muerto ni desaparecido. Eres invisible en la obra, pero te sustanciarás para avisar del retraso en la factura. Invisibles, pero no tontos.
Mamá, quiero ser correctora. Lo que hay que tener para ser del oficio
Compendio de saberes del corrector
Todos tenemos conocimientos, habilidades y destrezas. Entre las de los correctores se encuentra un bloque sólido que conforma los cimientos (ahora lo llamarían el corte, horreur) que le dan sentido a tu oficio.
El lenguaje: ¿qué sabes de gramática? La gramática tiene muchas ramas, como la propia historia donde intervienen el latín, el griego, el árabe, el francés y el inglés o los préstamos entre variantes o lenguas vecinas: la sintaxis, que propone un orden lógico de elementos hasta que una suerte de excepciones interminables te hace sospechar de esa lógica; la morfología, una taxonomía llena de mutantes; la semántica, que debería ser unas rama del misticismo. Esas normas presentan variantes según las autoridades que las presentan, por lo que la idea de correcto o incorrecto suele ser más complicada de lo que parece en los casos que se salen más allá de un ti con tilde. Puedes añadir a esta lista materias como Lingüística pura y dura, o habilidades de análisis del discurso.
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