martes, 16 de enero de 2018

Radiografía de los correctores

¿Y cómo es él? ¿A qué dedica el tiempo libre? ¿Y cómo se pueden saber tantas cosas sobre los correctores? Bien, excepto responder a la pregunta ¿En qué lugar se enamoró de ti?, podemos saber de todo esto y mucho más gracias a la iniciativa de la asociación profesional de correctores de España, la Unión de correctores, que en 2009 creó la encuesta Radiografía de la corrección, que sigue lanzando cada dos años. Gracias a ellas hemos ido descubriendo el perfil, las manías, las costumbres y los gustos de los correctores... o más bien de las correctoras, ya que más del 78% son  mujeres autónomas, de las que casi la mitad desempeñan otros oficios: traductoras, maquetadoras, editoras, profesoras e incluso profesiones aún más raras, como pilotos de avión, celadoras o biólogas. Lo podríamos llamar intrusismo, pero en el fondo nos llevamos muy bien con quien desarrolla o compagina este trabajo siempre que lo haga con respeto a la profesión y dé un resultado más que aceptable. Se les exige un a licenciatura en letras (y aquí cabe desde Filiología hasta Periodismo) a pesar de que en ninguno de estos sitios se enseña a corregir, pero se presupone que la exposición continuada a los libros debe facilitar algún tipo de contagio con las habilidades de la edición, aunque sea por ósmosis.

La mayoría tiene ya más de cinco de cinco años de experiencia en la profesión y un porcentaje nada desdeñable ha dejado incluso más de diez años en el oficio. Es decir, son muchas las que tienen la corrección como medio de vida a pesar de que sus padres les pidieran que se dedicaran a algo más productivo. No solo no les hicieron caso, sino que persistieron y encontraron su lugar en el mundo disfrutando de la reconversión de su excelente bagaje lingüístico.

Es decir: hay vida en la corrección; no es un paso para llegar a otro puesto, como veremos en la siguiente receta.

El modelo de la Radiografía de UniCo ya se ha utilizado también para conocer la situación de los correctores en Perú, Ecuador, México y Colombia. Por eso, si trabajas en la corrección o en la edición, te interesa estar al tanto: si quieres conocer más sobre estos datos, consulta en www.uniondecorrectores.org. La recopilación de datos suele llevar meses, por lo que no dudes en participar en la siguiente encuesta; piensa en lo que decía Perales en su canción al principio de este artículo, y seguía diciendo...

Mirándote a los ojos juraría / que tienes algo nuevo que contarme. / Empieza ya mujer, no tengas miedo, / quizá para mañana sea tarde. Seguro que tienes algo que contarme: usa la radiografía.

La corrección como droga, o cómo superar los vicios de la juventud
La corrección no es un paso hacia otro puesto mejor ni superior. No es un cargo para hacer méritos, es un oficio como otro cualquiera que requiere mucha dedicación y con el tiempo, especialización. No se puede uno marchar a mitad de su carrera, cuando el corrector empieza a madurar como un buen vino de crianza. Justo cuando estás adquiriendo la flexibilidad necesaria para alejarte de las garras del plácido y simplista purismo, sin caer en la desidia de que te parezca que cualquier normas vale en cualquier contexto, justo en esos momentos no puede uno abandonar para llegar a algo más. ¿Por qué digo esto? Bueno, al leer las vidas de editores --editores que admito-- me he topado con que la mayoría nos cuenta que casi siempre trabajaron como correctores antes de llegar a ser editores. Lo celebro, sí porque la corrección ayuda a tener una idea global del proceso de edición. Y si ha tenido que trabajar también como maquetador, mejor aún. Esos editores que se han recorrido todos los oficios de la edición suelen ser los mejores. Pero llama la atención que cuando se les pregunta por esa época respondan con cierta vergüenza, que no modestia, como si hubiera sido una etapa pasajera, una etapa en la que todos, a cierta edad, se ven envueltos, pero que pasa rápidamente de camino a un destino brillante. Cuando a Paul McCartney le preguntaron si había consumido algún tipo de droga, su respuesta vino a ser la misma: era un momento confuso, todos pasamos por aquello, pasó pronto...

Si este oficio fuera un trámite desagradable que superar o una prueba iniciática para que se te revelen los misterios de la edición, ya no quedarían muchos correctores que pudieran ostentar su nombre con orgullo, o, sin ir más lejos, que un amigo pueda decirlo sin reparos ni vergüenza cuando en una barbacoa te invitan a un trago.

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