En esta segunda fase, un maquetador o diagramador unirá el texto y las imágenes con esmero y lucimiento tan solo para que un corrector de pruebas llame para molestarlo con cientos de errores que inconcebiblemente han superado todos los filtros anteriores. Un corrector de pruebas (o llámalo tipográfico u orto tipográfico si quieres buscarte enemigos) tiene tres objetivos: limpiar (quitar todas las erratas menos una, que siempre regala a su editor), normalizar (ajustar las irregularidades a la norma de estilo propuesta) y unificar (toda irregularidad, es decir, lo que no se recoge en alguna norma, debe solventarse siempre del mismo modo). Si alguien mete esos cambios en la maqueta y hacen una nueva corrección, eso se llamará segundas pruebas, a cargo del mismo corrector, donde se comprueba que han introducido todos sus cambios, que alguna errata se había escondido, y que la que se reserva para el editor sigue agazapada. Hay editoriales que siguen teniendo el raro gusto --y el tiempo-- de sacar terceras, cuartas y quintas pruebas, pero están en proceso de extinción por lo que la ONU y David Attenborough deberían tomar cartas en el asunto.
3. La impresión o distribución. Y así llegamos a la tercera fase, en la que las comprobaciones quedan en manos de otros controladores de calidad del sector de artes gráficas o de especialistas en libro digital. Como no son exactamente correctores, dejémoslo estar.
Como puedes ver, conducir un texto desde su comienzo hasta las manos del lector es tan complejo como conseguir un queso de un rebaño de cabras. Por favor, no me cites nunca si vas a utilizar alguna vez esta frase.
Subespecies de la flora correctora
]Cuando se habla de corrección en el ámbito profesional, seguro que se está hablando --con aciertos y errores-- de estos dos correctores: el de estilo y el de pruebas. El resto también son profesionales esenciales, pero se les atribuyen otros nombres: revisores para la traducción; responsables del cotejo, revisión de concepto o de contenido, peer-review, para otras tareas. Los correctores-correctores son estos dos, y lo repetiré una vez más: los de estilo y los de pruebas.
Las de estilo tienen una tarea realmente compleja: ser el primer lector, y como tales, entender al autor. Puede que no lo entiendas por varias razones: porque no eres experto en la materia; porque no te gusta nada lo que cuenta; porque no soportas como escribe; porque, en confianza, te cae mal. Eso es muy humano, pero no justificas que no lo entiendas, sino que no lo quieras entender. En ese caso, el corrector interviene si la construcción de ideas --a través de párrafos construidos ppor frases repletas de palabras-- presenta problemas formales en las estructuras más esenciales no respeta el binomio causa-efecto, el orden cronológico o la estructura sintáctica básica. Tampoco es aceptable que se salte la estructura formal del discurso exigido, y no hablo de genios que logran excepciones: un informe debe serlo con todos sus elementos localizables con facilidad. Todo lo que dificulta la comprensión y la adaptación del mensaje al tipo de lector sal que está destinado, debe ser comprobado para recuperar la idea original del autor.
Las correctoras de pruebas (¿ya he dicho que son mayoría?) son la otra gran subespecie. Aquí también es más fácil comprender la tareas de su trabajo por eliminación: cuando leen, no tienen que comprobar si está o no bien traducido (ya existen revisores); si el contenido se ajusta o no al lector (ya habrá habido una corrección de estilo]); si esta es o no la palabra más adecuada... Deben poner su atención en que no quede ni una sola errata de teclado, ortográfica ni orto tipográfica; que la composición es consistente: que los epígrafes siempre usan los mismos estilos en los mismos casos; que la distribución del espacio asignado a cada elemento es coherente a lo largo del documento; que se mantenga, en definitiva, la consistencias en todos los puntos que dicta el manual de estilo utilizado.
Esas son las dos grandes subespecies de nuestra fauna correctora. A partir de ahí, la evolución sigue su curso y aparecen las especializaciones: de textos de medicina y farmacia, técnicos, jurídicos, científicos, etc. Y cada uno con su bagaje y pertrechos para cada campo: recursos en línea con diccionarios especializados; programas de tratamientos de fórmulas; presentaciones de bibliografías según normas de Vancouver, APA, etc.
Cada corrector es un espécimen tan raro, tan adaptado y tan especializado como un colibrí. Cuídalos.
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