El adjetivo mismo expresa identidad:
Fue el mismo arquitecto que le hizo la reforma a Javier.
También igualdad o una gran semejanza:
Tengo la misma tableta que Fernando.
A mí se me quedó la misma cara de tonta que a ti.
Además, también tiene una función enfática y puede ir antes del sustantivo, incluso en diminutivo o superlativo.
¡Ese niño es el mismísimo diablo!
Ahí mismito te dejé el dinero.
Yo mismo les conté la buena nueva.
Se ha extendido mucho el uso de el mismo, la misma, los mismos y las mismas con función de pronombre para referirse a algo que se mencionó antes; se ve con relativa frecuencia en textos jurídicos, pero también en otros, quizá porque mucha gente toma el lenguaje jurídico como modelo de lenguaje formal.
Es recomendable sustituir estas formas por un pronombre personal, por un demostrativo, por un determinante posesivo o, sencillamente, omitirlas.
Diseño de interiores y decoración de los mismos.
Diseño y decoración de interiores.
Sacó el libro, abrió el mismo y se lo mostró.
Sacó el libro, lo abrió y se lo mostró.
Este aparato es frágil. Lea atentamente las instrucciones del mismo.
Este aparato es frágil. Lea atentamente las instrucciones.
Aunque la lápida estaba semiderruida, colocaron las flores al lado de la misma.,
Aunque la lápidas estaba semiderruida, colocaron las flores al lado de esta.
Al hilo de este uso, incluyo aquí un texto con el que Lázaro Cárdenas ejemplificaba con humor lo innecesario de estas formas con valor pronominal.
--Juraría que me había echado las llaves lo bolsillo de la chaqueta, pero no llevo las mismas en el mismo.
--¿Te has mirado en el pantalón? Puedes llevarlas en los bolsillos del mismo.
--No, no llevo las mismas en el mismo. Al salir de casa, habré dejado las mismas sobre algún mueble de la misma, mientras sacaba el abrigo y me ponía el mismo.
--Tendrías que llamar al cerrajero para que abra la puerta.
--Sí, aquí tengo el teléfono del mismo. Nos cambió la cerradura de la misma hace poco, y conocerá la misma...
Circunloquios y otras vueltas de madeja evitables
Circunloquio. Ya en su origen latino (circumloquium), esta palabras hace referencia al hecho de dar vueltas y no elegir el camino más corto. Se trata de una figura retórica que consiste en expresar por medio de un rodeo algo que podemos decir con menos palabras. No es un error, pero sí es recomendable no recurrir innecesariamente y, sobre todo, no usarla cuando no cumpla su objetivo de ser más bella, enérgica o hábil (DRAE) que la fórmula concisa.
En muchas ocasiones, el circunloquio no tiene una función estética, sino que es un derroche de palabras innecesario. Estos son algunos ejemplos de circunloquios evitables:
Por medio de la presente, el abajo firmante acepta las condiciones generales de la oferta. --Usted acepta las condiciones generales de la oferta.
En el día de ayer cayeron precipitaciones en forma de lluvia. --Ayer llovió.
El tren va a efectuar su entrada en la estación. --El tren va a entrar en la estación.
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