jueves, 13 de octubre de 2016

El exterminador de dragones. Parte 2

¿Porqué maté al dragón? ¡Bueno! Su consejo de ministros contrató mis servicios y maté al dragón, explicó sir Grimlet.

El consejo de ministros no tiene autoridad para hacer tales solicitudes; no cuando la reina todavía está viva, respondió la reina.

Uno de los ministros se puso de pie para explicar.

Su majestad, estaba lejos y teníamos que actuar inmediatamente. El dragón...

La reina levantó su mano y el ministro calló abruptamente, como si una mano invisible lo hubiese agarrado del cuello. Se sentó con una expresión malhumorada en el rostro.

Sir Grimlet, exijo saber por qué mató al pobre dragón, exigió la reina

¿Y entonces qué se supone que haga, enamorarme del dragón? yo soy un exterminador de dragones profesional, mato dragones... ese ces mi trabajo, dijo sir Grimlet, que ahora se estaba impacientando.

¿Sabes que es contra la ley de nuestra tierra matar animales? preguntó la reina.

No pienso que el dragón pueda considerarse un animal, respondió sir Grimlet.

Bueno, yo lo considero un animal... un animal raro, colorido y vibrante que respira fuego, y eso es lo que importa. Deberías haberlo capturado vivo y podríamos haberlo domesticado. Mira este feroz tigre que yace a mis pies como un gato manso... yo lo domestiqué personalmente. ¡Ah, si tan solo no hubieses matado a ese pobre dragón! Cada vez que hubiésemos querido fuego podríamos haberlo entrenado para que escupiese fuego, y podríamos haber volado sobre él adonde sea que quisiéramos... hay muchísimas cosas que podríamos haber hecho. Y yo habría sido la orgullosa ama del primer dragón mascota del mundo. Simplemente adoro a estas criaturas de cuatro patas y haré todo lo que esté en mi poder para protegerlos. Después de todo, son mejores que la variedad de dos patas que me rodea, dijo la reina mirando desdeñosamente al consejo de ministros.

Sir Grimlet estaba claramente exasperado.

¿Recibiré alguna recompensa por mis servicios? preguntó.

¡Recompensa por tus servicios! expresó la reina con desdén. De acuerdo a la ley de nuestra tierra, cualquiera que mate a un animal será encarcelado y la reina decidirá los términos de su condena basándose en la severidad del crimen.

Sir Grimlet decidió ser diplomático por última vez.

Su majestad, con todo el respeto que me merece, ¿esperaba que leyese todos los libros de leyes de estas tierras cuando el salvaje dragón estaba destruyéndolo todo? Tuve que actuar con rapidez para ponerle fin a la carnicería. Y la ley, después de todo, debería ser interpretada pragmáticamente.

¿Cómo te atreves a darme consejos no solicitados, tú... tú descorazonado asesino de dragones? ¡Soldados, arresten de inmediato a este insolente! gritó la reina.

Esta vez, sir Grimlet decidió dejar que su espada hablase por él. Venció a los soldados, montó su caballo y se alejó rápidamente, dejando a todos en la corte sorprendidos por la rapidez con la que había manejado su escape.

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