jueves, 20 de octubre de 2016

Los cinco guardianes. Parte 2

Fueron despertados a la madrugada por el sonido de una fiera pelea. Antes, alguien hacia guardia en la torre y avisaba a los aldeanos cuando se aproximaban los bandidos. La advertencia sólo los ayudaba a estar preparados para enfrentarse al ataque buscando cobijo en sus casas.

Observaron a los cinco guardianes en su apogeo, les estaban haciendo pasar muchas dificultades a Sancho Paza y a sus veinte hombres, de los cuales ya habían matado a tres. Los bandidos se enfrentaban a espadachines tan diestros por primera vez y fueron atrapados totalmente por sorpresa. Siete más cayeron en rápida sucesión. Eso fue demasiado para Sancho, por primera vez en su vida, gritó: ¡retrocedan! 

Y los bandidos estaban esperando esas órdenes. Ver como los forajidos escapaban para salvar sus vidas fue algo muy agradable para los habitantes del pueblo.

Los pueblerinos levantaron a sus salvadores sobre sus hombros e iniciaron una procesión de victoria por la aldea. Dos de los guardianes habían sido heridos, pero las heridas no eran serias. Sin embargo, las jóvenes las curaron con toda su atención.

No creo que Sancho se atreva a regresar jamás a este pueblo. ¡Pobladores! A nombre de ustedes les agradezco a estos galantes hombres por salvar nuestra caldea de las garras del malvado Sancho Paza. Fue agradable ver a esos delincuentes retirarse a toda prisa. No pude evitar reír. ¡Ja! ¡Ja! Ahora celebremos, exclamó Sánchez.

No creo que el momento para la celebración sea el adecuado, mis amigos. Sancho regresará para vengarse. Pienso que deberíamos llevar esta batalla a su escondite y terminarla allí, dijo uno de los guardianes.

Los otros guardianes asintieron.

¡Pero están heridos! dijeron las jovencitas con profunda preocupación.

¡Oh! Estas heridas no son serias, respondieron los divertidos guardianes.

Una mujer anciana dio unos pasos adelante y con las manos cruzadas pidió así:

¡Oh galantes guardianes, si van a ir al escondite de Sancho, ¿podrían rescatar a nuestras hijas, que fueron llevadas a la fuerza por el cruel bandido? Ni siquiera sé si están vivas y luego comenzó a llorar.

Uno de los guardianes la abrazó y la consoló.

Después de descansar por un rato iniciaron su arduo viaje a las colinas. No había nadie que los guiase, dado que nadie se había animado siquiera a acercarse a las colinas. A medida que avanzaban en su camino, desenvainaron las espadas, preparados para defenderse de cualquier ataque sorpresa. Entonces escucharon voces excitadas. Eran las de Sancho Paza y sus hombres conversando.

¡Debemos atacar el pueblo esta noche... incendiaremos cada casa del lugar! se escuchó gruñir a Sancho Paza.

Ya hemos perdido a diez de nuestros hermanos, ¿y ahora quieres que perdamos nuestras vidas? respondió uno de sus hombres.

Hubo silencio por unos momentos.

¡Yo tomo las decisiones aquí... si alguien no quiere seguirme lo ejecutaré ahora mismo! rugió Sancho Paza.

Eso hará que nuestra tarea sea más sencilla, Sancho Paza, dijo uno de los guardianes mientras entraba en el escondite.

Los sorprendidos bandidos miraron a su alrededor. Los cinco guardianes caminaban hacia cellos desde cinco direcciones diferentes. Uno de ellos hizo un desesperado salto brusco hacia el grupo de damas a las que habían tomado por la fuerza del pueblo; tal vez había pensado que la única manera en la que podría escapar era amenazar con matar a las jóvenes mujeres si los guardianes no se daban por vencidos, pero fue detenido a medio camino por una daga lanzada a su cuello por uno de los guardianes. Dos de estos rodearon a las damas para protegerlas, mientras que los otros chocaron sus espadas con los bandidos. Uno a uno, los guardianes mataron a los bandidos y, finalmente, sólo quedó Sancho Paza. Éste era la única persona que podía ofrecer alguna resistencia, dado que era un buen espadachín, pero al final su espada fue arrancada de sus manos y se encontró con la punta de la hoja de un guardián tocándole el cuello.

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