lunes, 31 de octubre de 2016

El elefante blanco. Parte 1.

Milano sabía cómo ganar dinero y también cómo derrocharlo. Era un hombre de negocios astuto, siempre alerta para aprovechar cualquier oportunidad para obtener una ganancia decente y, de cesa manera, hacía mucho dinero. Pero tenía dos debilidades que hacían que despilfarrara dinero tan rápido como lo ganaba. Una era apostar, la otra era comprar cualquier cosas que le atrajese de una manera bizarra.

Había ocasiones en las que casi no tenía un centavo. Pero luego se recuperaba, aprovechando alguna oportunidad de negocios que le producía una lluvia de ganancias. Su esposa, Silvia, lo había soportado durante sus fortunas y excentricidades erráticas, aunque lo regañaba continuamente.

Los asuntos de negocios y la pasión por los viajes a menudo llevaba a Milano a tierras extrañas. Allí se topaba con animales y cosas exóticas y no podía resistirse a comprarlas, aunque fuese a precios exorbitantes, sólo para ser recibido por un caudal de maldiciones provenientes de su esposa, cada vez que llegaba a casa.

Pero esta vez sabía que había ido demasiado lejos.

¡Había comprado un elefante blanco! Y eso también había requerido de emplear también al cuidador.

Cuando llegó a su casa, al principio su esposa se sintió aliviada al ver que Milano no había traído consigo ningún objeto extraño. Pero el alivio duró poco cuando escuchó la trompeta de un elefante; al principio, la mujer pensó que había sido su imaginación. Luego salió y vio a un elefante blanco en el terreno y casi se desmayó.

¡Oh Dios! ¿Cuánto pagaste por este... elefante... blanco? gritó la mujer.

Cin... cincuenta mil monedas de oro, tartamudeó Milano y, para justificar lo que había hecho, añadió sumisamente. ¿no es majestuoso?

¡Cincuenta mil! ¡Oh. Milano! ¡Realmente has perdido la cabeza! Gritó Silvia.

Querida esposa... dame la oportunidad de explicarte. ¿Acaso alguno de nosotros ha visto antes a un elefante blanco? Imagina a las personas mirándonos con maravilla y envidia mientras montamos a este elefante por las calles. Este elefante blanco elevará nuestro prestigio. Se dice que un elefante nos traerás mucha buena suerte; mi empresa prosperará cientos de veces. Él es ciertamente el objeto más exótico y majestuoso que jamás haya comprado. Así que pienso que vale cincuenta mil monedas de oro, dijo Milano.

¡Tú y tus ideas locas! ¡Yo no montaré un elefante para hacer el ridículo! dijo Silvia con tanta dureza como pudo, golpeando sus pies en señal de desaprobación.

Esa noche, Milano estaba demasiado excitado como para dormir; apenas sí podía esperar para salir a pasear por las calles montado en su elefante.

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