miércoles, 4 de abril de 2018

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Por otra parte, si necesita trabajar con lenguas extranjeras, llame a un traductor. Sí, sí, todos tenemos una sobrina, un hijo o un vecino que ha pasado dos veranos en Londres o que habla el inglés como si hubiera nacido en Chicago. Hablar dos idiomas o más con fluidez no nos convierte en traductores. Por cierto, si usted nunca ha contratado a uno de estos profesionales, seguramente se sorprenderá de lo económicos que pueden ser sus servicios.

En el ligue, la apariencia física es muy importante para establecer el tono y la disposición del primer acercamiento. Sin embargo, ya en corto, si la otra persona no tiene un buen rollo que soltar, no hay nada que hacer. Pues lo mismo pasa con los documentos. Los siguientes consejos pueden ayudarlo a hacerlos atractivos, pero de nada sirve si no están bien redactados o tienen faltas de ortografía.

Documentismo
Le ahorro la visita al diccionario: la palabra documentismo no está ahí (lo que no quiere decir que no existe, como bien ha dicho Alberto). He tenido que inventarla para describir una mezcla de ciencias y técnicas que, con frecuencia, convergen en el quehacer de muchos de mis colegas.

El nacimiento de lo que ahora llamo documentismo puede datarse en los años ochenta, cuando los programas de autoedición comenzaron a florecer. Entonces, por primera vez en la historia, una persona, con un mínimo de entrenamiento en artes gráficas, podía, desde su oficina o casa, hacer una compleja composición tipográfica y dejarla lista para la imprenta.

Por culpa de la autoedición, las casas editoriales comenzaron a despoblarse de correctores y diseñadores, pues esos trabajos ya podían hacerse fuera de los talleres y sin ejercer presión sobre los salarios ni actuar como sobrecargas laborales. Eso sí, tuvieron que pasar algunos años para que las editoriales pudieran balancear ahorros con calidades, porque el cambio de los métodos fue muy rudo para los lectores exigentes. En ese lapso, no obstante, algunos diseñadores aprendieron a corregir y algunos correctores aprendieron a diseñar. Una consecuencia es que hoy podemos contar con diseñadores que son correctores muy competentes, así como con correctores capaces de hacer maquetas editoriales de primera calidad.

De3 modo que la industrias editorial moderna demanda hoy la formación de documentistas, una nueva clase de profesionales que son el resultado de combinar ciertos ingredientes de la filología  con algunos del diseño gráfico orientado a la comunicación. Se trata de gente capaz de dar lustre tanto al texto como a su apariencia. Quizás algunos de estos documentistas no puedan explicar con precisión que es una oración impersonal refleja, pero sabrán aplicarle correctamente el tiempo verbal que corresponda; tal vez no tengan ni los conocimientos ni la habilidad suficientes como para encarar un proyecto de identidad corporativa, pero podrán dotar al documento más ordinario de un montón de text appeal.

El documentismo, además, lleva las técnicas de la comunicación escritas y el diseño gráfico a campos donde prácticamente nunca habían estado: cartas comerciales, presupuestos, informes técnicos, instructivos, memorandos, actas, instrumentos judiciales, páginas web y mucho más. Es curioso, pero a la mayoría de los empresarios a quienes he ofrecido estos servicios nunca se les había ocurrido que podrían necesitarlos; sin embargo, en cuanto se percatan de cuánto puede cambiar un documento, de cuánto puede ganar en atractivo y claridad, no se explican cómo han podido sobrevivir sin ellos.

El tipo
Perdone el lector amante de las letras lo prosaico de esta comparación, pero las letras son como los perros. Ahora, por favor, antes de enfadarse y pasar la página, permítame explicarme:

¿Alguna vez ha visto a un perro bergamasco? Es un simpático can originario de los Alpes italianos que recuerda mucho al tío Cosa (aquel personaje todo pelo de Los Locos Addams [en España, La Familia Addams]), solo que en versión rastafari. Pues bien, si usted se encuentra por ahí uno de esos animalitos, no lo confundirá con una ardilla ni con Bob Marley. Sabrá muy pronto que es un perro.

Se cree que nuestros maravillosos cerebros pueden reconocer los rasgos individuales que distinguen una cosa e integrarlos para elaborar un concepto. Si ese concepto (perro raro) se amolda a otro gran concepto unificador (perro) almacenado previamente en la memoria, el nuevo elemento se integra en el expediente general; si no, se procede a crear un nuevo casillero. De esa manera, los seres humanos tenemos la grandiosa capacidad de reconocer e identificar muchísimas cosas que jamás hemos percibido. 

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