Llevado de esta manera, el método aditivo permite avanzar paso as paso, sólidamente, sin tener que echar atrás un a sola vez. Esto significa in gigantesco ahorro en tiempo y ansiedad; sin embargo, hay un pequeño inconveniente: el formato final es impredecible.
En un mundo tan estandarizado como el de las artes gráficas, no es buena idea llegar a la imprenta con un documento de formato extraño (a menos que los costes no sean un factor relevante). Lo bueno es que el método aditivo se construye sobre cientos de años de experimentos editoriales y, de alguna manera, suele conducirnos, como un embudo, a resultados correctos y a una vida sin sobresaltos.
El cuerpo
En los tiempos de la tipografías metálica, no hace mucho, la letra era, además de un signo impreso, un pequeño paralelepípedo de plomo con un poquito de estaño y una pizca de antimonio. De modo que, para el tipógrafo profesional, la letra era un objeto tridimensional, palpable y provisto de masa, una idea que no tiene nada que ver con nuestra noción actual de la tipografías. Hoy pensamos en las letras como una serie de ecuaciones matemáticas que sirven para representar signos bidimensionales.
Quizás por esa pérdida de la noción táctil, a mis alum nos les cuesta trabajo acostumbrarse a llamar cuerpo a lo que, más en consonancia con su actualidad cibernética, llaman puntaje. Por cierto, el concepto de puntaje --es decir, la dimensión vertical expresada en puntos, del rectángulo imaginario donde encaja la letras impresa-- no se originó en los tiempos de la autoedición, pues ya se usaba, al menos en América, mucho antes dfe4 los años ochenta. Ahora a remplazado a cuerpo casi por completo, pues es muy difícil ver lo corpóreo a los tipos digitales de nuestros días.
Para el común de los diseñadores editoriales, el cuerpo es una de las dimensiones críticas a la horas de pensar en los lectores. En principio se cree que, mientras más grande sea la letra, más legible serás el texto. Es obvio que esto es una falsedad. Para demostrarlo fácilmente, recurramos a la reducción al absurdo: si los caracteres crecieran sin parar, habría un punto en que ni siquiera podríamos identificar el signo que estuviera delante de nuestros ojos. Así que tenemos un intervalo entre las letras que se hacen difíciles de leer por diminutas y las que se hacen incómodas de descifrar por grandes. En los terrenos de los libros, estaríamos hablando de un cuerpo 6 a un cuerpo 18, más o menos, aunque eso depende mucho de lo que el diseñador tipográfico haya hecho con su letra.
Los tipos cambian tanto entre sí, que cualquier regla fija en torno al tamaño de las letras está condenada a la relatividad. Así, resulta absurdo decir que los libros deben hacerse con letras de 9 a 11 puntos, por ejemplo. Para empezar, las letras de una medida determinada en un tipo pueden parecer mucho más grandes o mucho más chicas en otro.
La medida debe ser la misma
Para seleccionar todos los parámetros editoriales con que un documento ha de ser impreso, lo único razonable es hacer pruebas en papel. Ya hemos tomado dos decisiones i8mportantes: el tipo de letra y la medida. Lo que sigue, entonces, es modificar progresivamente el tamaño de la letra hasta encontrar el más adecuado.
Supongamos que hemos escogido un tipo Cambria y unas medidas de 60 caracteres por renglón. Si hemos hecho las pruebas con letras de cuerpo 12, la anchura de los renglones tendrá un poco más de 25cícerosd (25.3 cíceros equivalen a 11.4 cm o 27 picas). ¡Un momento! no se me distraiga con los números. Lo importante aquí es notar que, en cuanto modificamos el cuerpo tipográfico, es decir, el tamaño de la letra, también alteramos el número de caracteres por renglón. Por ejemplo, si pasamos de un cuerpo 12 a un cuerpo 11, la capacidad de la columna aumenta alrededor del 10% Esto da cabidas a u7nos 67 caracteres, pero es un error, porque ya habíamos decidido que serían 60.
En el método aditivo nos hemos propuesto aislar, en cuanto nos sea posible, cada una de las decisiones. Así, la únicas manera legítima de resolver cuál es el cuerpo más apropiado para un documento consiste en hacer versiones a escala de un mismo párrafo. Para ellos demos aumentar o reducir la anchura de la columna conforme aumentamos o reducimos el cuerpo. De modo que la anchura del renglón en centímetros , cíceros o picas es, por ahora, irrelevante. Lo único que debe preocuparnos es contar los caracteres.
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