Justificar significa ajustar los renglones de manera que todos tengan la misma longitud. Así, los párrafos justificados van alineados tanto por el lado derecho como por el izquierdo y forman manchas tipográficas perfectamente rectangulares. La contraparte son los párrafos en bandera, que sólo se alinean por un lado: en bandera derecha, si el lado parejo es el izquierdo, y en bandera izquierda, si se alinean por la derecha.
La justificación ha sido el patrón de toda la vida, desde que los textos se componían a mano. De hecho, Gutemberg tuvo que encarar importantes dificultades técnicas para justificar las estrechas columnas que diseñó para su Biblia de 42 líneas. Lo consiguió fundiendo cada letra en diversos espesores. Poco tiempo después, otros impresores descubrieron que era mucho más fácil y rápido modificar los espacios entre las palabras.
En la elasticidad de los espacios estás, precisamente, el pecado de la justificación. Si la diferencia entre los más angostos y los más anchos es pequeña, no hay problemas, las columnas quedan bien: parejas por ambos lados y homogéneas en su textura. Sin embargo, si unos espacios salen mucho más amplios que otros, especialmente en renglones consecutivos, la textura se descompone. Se dice entonces que hay renglones flojos o renglones sueltos, y esa es otra de las grandes chambonadas que distinguen a los compositores inexpertos. A veces, la elasticidad de los espacios es un precio muy caro que pagar por la justificación. A fin de cuentas, que los renglones sean de distintas longitudes no es algo que trastorne gravemente el acto de leer, en cambio, los renglones sueltos sí que son incómodos, además de feos.
En una composición justificadas, el programa, según se escribe, va metiendo espacios normales (U+0020) entre palabra y palabra. Cuando se ha rebasado el margen derecho, el último vocablo salta al siguiente renglón. El programa de cómputo calcula, entonces, la longitud del hueco que dejó el vocablo faltante y divide esta longitud entre el número de palabras que quedaron en el renglón menos una; o sea, la divide entre el número de espacios. Digamos que la línea contiene once palabras después de haberse quitado la última --la que ya no cupo completa-- y que han quedado diez milímetros de hueco. Así, tendremos que añadir un milímetro de espacio entre palabra y palabra para conseguir la justificación exacta. Si los blancos resultantes quedaran demasiado largos, el programa trataría de devolver al renglón el último vocablo escrito, y entonces, para darle cabida, procuraría reducir un poquito los espacios entre las palabras. Si no lo consiguiera, el vocablo se dividiría silábicamente, según ciertas reglas, y el renglón de marras cerraría con un guion.
Renglones sueltos
Sigamos con el ejercicio anterior. Es posible que, después de las maniobras descritas, el vocablo flotante todavía no quepa en el renglón a justificar, ni siquiera dividido ven silabas. Imagine que al final le queda una palabra como chancla, que solo puede dividirse entre la n y la c. Si el programa tuviera que devolver la primera sílaba de esta palabra al renglón anterior, tendría que abrir un hueco para seis caracteres: un espacio, las cuatro letras de chan y un guion. ¡Son muchísimos!
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