De nuevo, la mejor manera de estudiar el rectángulo tipográfico es hacer pruebas 8noresas. Comience con un rectángulo de poca altura y vaya aumentando las líneas de dos en dos o de tres en tres. Extienda las impresiones sobre la mesa y elija.
La textura tipográfica
El punto de vista neurológico, leer y ver son procesos diametralmente distintos. Estoy convencido de que durante la lectura usamos una vista que no es la cortical de todos los días --la que se interpreta en el lóbulo occipital--, sino otra, mucho más veloz, que corre por un circuito diferente y llega al coliculo superior.
Por allá del año 2000 hice una investigación sobre tipometría en la que incluye una dimensión: el color. Se trataba de calcular el tono que producen las letras impresas. Tomé un tipo en dos variaciones (redonda y negrita) y medí la superficie de cada uno de los caracteres, tanto la del ojo (la parte que se imprime) como la del rectángulo en que se inscribe. Enseguida, dividí la superficie del rectángulo entre la del ojo, con lo que obtuve el radio entre negro y blanco, es decir, el valor del tono de gris.
Para mi sorpresa, el color era mucho más claro de lo que había esperado: 15%; y no sólo eso, sino que la diferencia entre las negritas y las redondas era muy pequeña: un 5%, apenas. Si imprimimos --en offset o con una buena impresora, conste-- dos rectángulos grises, uno al 15% y otro al 20%, veremos dos superficies muy claritas que apenas se distinguen una de la otra. Sin embargo, cuando se trata de letras --de rectángulos tipograficos con una y otra variación--, las diferencias son absolutamente evidentes.
He hecho estas pruebas muchas veces con mis alumnos. Les pido que reproduzcan en un rectángulo el gris que genera cierta mancha tipográfica. La mayoría de los ejercicios terminan con superficies grises que van del 40 al 80% y hasta el 90% (como dato curioso, es casi imposible producir un Gris del 40% o más sólo con tipografía). Finalmente, les sugiero que peguen ambas piezas en una pared y se aleje en lo más que puedan, hasta el punto en que la Mancha tipográfica se confunda con un rectángulo liso. La sorpresa es mayúscula.
El espacio normal
Si usted, apreciado lector, no es diseñador, seguramente nunca se ha puesto a analizar los espacios que separan las palabras. ¿Para qué?, Si son justamente lo que no hay, la ausencia de información positiva. De hecho, debo reconocer que la mayoría de los diseñadores tampoco se fijan en esos detalles (y así diseñan, ¡claro!), ya que confían ciegamente en que sus programas informáticos de diseño, procesamiento de textos y autoedición resolverán de forma automática cualquier cosa que se relacione con el asunto. Pero los espacios, esos pequeños caracteres vacíos en apariencia, guardan muchísima ciencia editorial.
Entre un montón de posibles variaciones, clasificamos los espacios entre palabras en dos clases: sólidos y elásticos. De los segundos me ocuparé un poco más adelante.
Los espacios sólidos son los más interesantes, desde el punto de vista de la estética tipográfica. Un diseñador de letras, que suele ser un tipo extremadamente puntilloso, puede pasar muchas horas de placer refinando los detalles más nimios de sus dibujos; pero también invertirá un montón de horas, no tan amenas, depurando, filtrando acrisolando con meticulosidad los espacios blancos alrededor de cada carácter. En los mejores tipos para texto, el espaciamiento estándar y el acoplamiento de las letras son tareas increíblemente delicado delicadas que exigen una cantidad desmedida de tiempo. De lo que se trata, a fin de cuentas, es de lograr la proeza de formar una textura pareja con esos elementos tan disparejos que son las letras.
Uno de los caracteres más demandantes de atención es el espacio normal entre las palabras. No es frecuente que los lectores reparemos en él, aunque aparece con muchísima frecuencia. Seguramente se habrá fijado usted en que, al escribir un renglón en el procesador de textos, y antes de llegar al borde derecho, todos los espacios son iguales. Lo que sucede es que, cada vez que golpea la barra espaciadora, el programa de cómputo inserta un carácter U+0020. No se trata de un hueco determinado por el programa de procesamiento de textos, sino de un signo (sin ojo) que el diseñador del tipo colocó precisamente en la casilla U+0020 de la fuente tipográfica. Para determinar la anchura de ese signo, es probable que el diseñador tipográfico haya invertido muchas horas entre observaciones y ajustes.
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