sábado, 26 de agosto de 2017

A la busca del español correcto.

Ante la pregunta de quien dicta la norma del español correcto la mayoría de los hispanohablantes optan por una respuesta casi automática, desprovista de reflexión, y dicen de inmediato: la Real Academia Española. Mas esa contestación no se da únicamente en España, donde podría ser más o menos disculpable -por lo de española-, sino que ocurre también si lo preguntamos en Hispanoamérica o en los Estados Unidos, y allí la cosa ya es mucho más discutible, pues ¿qué autoridad puede tener para un hablante mexicano una academia de la lengua que está en España?

¿Y que pasaría si ante esa pregunta alguien responde que la encargada de dictar la norma es la Academia Hondureña de la Lengua Española? ¿O la Academia Argentina de Letras? ¿Se sentirían incluidos ahí los hispanohablantes de Colombia o de España? ¿Puede una academia mandar más que las otras?

Otros, más conocedores del mundo académico, pueden decirnos que quien se encarga de dictar las norma es la Asociación de Academias de la Lengua Española, formada por las veintidós academias: una en Filipinas, otra en Estados Unidos, otras diecinueve en Hispanoamérica y la de España.

¿Pero quien o quienes les otorgan a esas academias la autoridad y el poder para dictar las normas del español? ¿Dónde está escrito que lo que diga la ASALE es de obligado cumplimiento para todos los hispanohablantes? Por más que busquemos y rebusquemos no lograremos dar con ningún documento que así lo acredite y ello se debe a que no hay ningún organismo o institución que, oficialmente, desempeñe esa labor, pues las decisiones en el uso de la lengua las toman sus propietarios: los hablantes.

Somos nosotros, todos, los casi 5oo millones de usuarios del español, los que dictamos la norma, los que decidimos que un verbo intransitivo se convierta en transitivo, los que tomamos palabras de otras lenguas (mal llamadas préstamos, pues nunca se las devolvemos), los que creamos nuevos términos y añadimos o quitamos significados a los ya existentes.

Todas las palabras existen
Y ya que hablamos de términos existentes, no está de más acabar con otra creencia popular, muy extendida entre los hablantes de nuestra lenguas, que es la de que si buscamos una palabra en el diccionario y no la encontramos es porque no existe. Sí, hay gente, mucha gente, demasiada gente, que hace esa afirmación y se queda tan ancha. Vamos a ver, señores; Si buscamos un término en el diccionario es porque lo hemos oído o lo hemos leído en alguna parte, luego su existencia es innegable y la única conclusión a la que podemos llegar si no lo encontramos es que no está en el diccionario, pero nada más pues existir, existe.

Desde el instante en que alguien pronuncia una palabra esta existe, y si a ese alguien le da por escribirla, existe más aún, y si convence a unos cuantos amigos de que la utilicen, la nueva palabra no solo existe, sino que emprende el camino -a veces más corto de lo que podríamos sospechar- para llegar s los diccionarios.

El español no tiene un número cerrado de palabras
En la última edición (23a.) del Diccionario de la Lengua Española hay 93111 palabras, pero eso no significa que nuestra lengua tenga solamente ese número de voces, ya que hay que sumar todas las recogidas en los diccionarios especializados (jurídico, marítimo, agropecuario, aeroespacial, económico...) y las que aún no están en ellos porque acaban de llegar: los neologismos.

Quizá con un buen presupuesto y con un equipo de trabajo desplegado por todos los países donde se habla español podría hacerse el cómputo y saber con cuántas palabras cuenta, mas el resultado seria efímero, pues momentos después de cerrar la investigación habría dejado de usarse algunas de las palabras registradas y se comenzará a usar alguna de nueva creación,

Una lengua tiene las palabras que necesitan sus hablantes para comunicarse, más algunas que puede no ser tan necesarias, pero que tienen (o tuvieron) un uso extendido.

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