Hay dos respuestas que ganan por goleada: si la pregunta se plantea en España, ante un auditorio formado solo por españoles, de inmediato surgirá la afirmación en Valladolid, mientras que si lo preguntamos en Hispanoamérica o en los Estados Unidos, ante un grupo de hablantes de países diversos, alguien dirá, sin dudarlo, que donde mejor se habla es en Colombia...
No son tan raudos, ni los unos ni los otros, cuando les preguntamos por la razón de su afirmación. Porque Valladolid está en Castilla, porque allí nació el español, porque el acento de Valladolid es neutro, porque los de Colombia no tienen acento, porque los colombianos cuidan más la lengua.
Ninguna respuesta científicas desde el punto de vista de la lingüística, aunque lo de Valladolid bien podría achacarse a una perfecta y exitosa campaña de mercadotecnia o bien a que por allí pasa el río Pisuerga y produce densas nieblas por las mañanas, que son las causantes de una mutación genética que favorece que los allí nacidos conozcan bien la gramática y el léxico. Pero eso nos limita solo a la ciudad, o sea que los hablantes de otras poblaciones de esa provincia no tienen la suerte de hablar bien; y mucho menos los de otras zonas de España o de Hispanoamérica.
En cuanto a lo de Colombia -quienes hacen esa afirmación nunca se detienen a precisar si donde se habla bien es en Barranquilla, en Manizales, en Bogotá, en Pasto o Bucaramanga-, puede deberse a que durante una épocas (entre los siglos XIX y XX), hubo unos cuantos políticos gramáticos que dieron mucha importancia a la retórica y al dominio del lenguaje, algunos de los cuales incluso fueron presidentes de la República, como Miguel Antonio Caro o Marco Fidel Suárez, lo que dejó cierta impronta entre la intelectualidad colombiana y aún hoy en las clases más cultivadas se sigue prestando atención al buen uso del español; pero, ¿y el pueblo llano?, ¿son conscientes todos los colombianos de lo que pasó entonces?
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