miércoles, 21 de junio de 2017

Fuentes de emoción.

Cuando llegamos a ser adultos ya hemos acumulado emoción de diferentes fuentes, lo que provoca que inconscientemente nos volvamos emocionales. Desde nuestra niñez en adelante hemos estado manejando y controlando nuestros sentimientos, de manera que eventualmente nos hemos condicionado a no expresar lo que realmente sentimos, ven cambio empezamos a decir en cada situación lo que es correcto o educado.

Represión de los sentimientos en la niñez

Durante los primeros cinco años de formación no se nos alienta a expresar nuestros sentimientos verdaderos, a ser auténticos con nuestras realidades internas. En lugar de ceso nuestros padres, escuelas y sociedad nos enseñan lo que debemos hacer y decir, cuándo decirlo o hacerlo, y cuando no decirlo o hacerlo. Básicamente somos educados en cómo comportarnos y conducirnos para causar la menor molestia, cómo ser lo más invisibles que podamos. Innumerables veces nos hemos obligado a pretender que no sentimos ciertas cosas, a reprimir nuestras lágrimas de alegría o tristeza, a tragarnos nuestros gritos de enojo o alegría. Terminamos dándole gusto a todos, perdemos coraje, espontaneidad y el arte de la autoexpresión.

Como niños requerimos del amor y aprecio de nuestros padres tanto como su alimentación y protección para sobrevivir. Para garantizarse el amor continuo, el niño termina volviéndose políticamente correcto, reprimiendo sus sentimientos verdaderos, sonriendo en los momentos correctos, diciendo por favor y gracias, complaciendo a todos para experimentar amor. Las heridas que se forman por no expresar nuestros sentimientos infantiles comúnmente se quedan en lo más profundo de nuestro corazón, por ejemplo, la pena que se sufre por falta de amor paternal (o amor paternal condicionado), el miedo causado por la tensión y la falta de amor entre los padres, el dolor por el rechazo de los padres o los sentimientos subjetivos de abandono. Las heridas y cicatrices de estas experiencias por lo general son las más profundas y se guardan en lo más hondo del corazón de un individuo.

Con el tiempo, nuestros sentimientos inexpresados forman nuestro cuerpo emocional o cuerpo de dolor que representa los dolores acumulados al no permitir que nuestros sentimientos verdaderos fluyeran a través de nuestro sistema y salieran. En cambio, vamos cargando el pasado con nosotros como si lleváramos un equipaje invisible, pero pesado, en nuestro viaje.

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