miércoles, 20 de septiembre de 2017

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Y si lo islámico es todo lo relativo al islam: arte islámico, filosofía islámica, literatura islámica... a los países cuya religión, bien sea oficial o bien sea la mayoritaria, es el islam, tendremos que llamarlos países islámicos o mundo islámico.

Ahí sí están Irán, Afganistán y Turquía, junto a los países árabes. Hay una unión política denominada Organización para la Cooperación Islámica (antes llamada Conferencia Islámica), de la que forman parte los siguientes países: Afganistán, Albania, Arabia Saudí, Argelia, Azerbaiyán, Bahréin, Bangladés, Benín, Brunéi, Burkina Faso, Camerún, Catar, Chad, las Comoras, Costa de Marfil, Egipto, los Emiratos Árabes Unidos, Gabón, Gambia, Guinea, Guinea Bisáu, Guyana, Indonesia, Irán, Irak, Jordania, Kazajistán, Kirguizistán, Kuwait, Líbano, Libia, Malasia, Maldivas, Malí, Marruecos, Malaui, Mozambique, Níger, Nigeria, Omán, Pakistán, Palestina, Senegal, Sierra Leona, Somalia, Sudán, Surinam, Siria, Tayikistán, Togo, Túnez, Turquía, Turkmenistán, Uganda, Uzbekistán, Yemen y Yibuti.

También puede hablarse de la arquitectura islámica al estudiar las mezquitas y las madrazas; del derecho islámico al mencionar el canún, o doctrina legal que deriva de El Corán, y de la culturas islámica al referirnos a los movimientos culturales relacionados con el islam.

Islamista es un neologismo creado a finales del siglo XX para denominar a los musulmanes radicales o integristas que propugnan el retorno a las raíces y que, en ocasiones, recurren a la violencia, e incluso al terrorismo, para lograr sus fines.

No es, pues, adecuado, hablar de terrorismo islámico, puesto que no hay un tipo de terrorismo propugnado por esa religión, que, como todas, lo que promueve es la paz, es decir, en terrorismo islámico hay una contradicción de términos. En ese caso se tiene que decir terrorismo islamista, ya que proviene de las posturas radicales del movimiento islamista.

Versátil y polifacético
Que un uso incorrecto haya triunfado de tal modo que obligue a los lexicógrafos a añadir nuevas acepciones en los diccionarios no implica que la forma correcta en la lengua culta deje de ser la más recomendable.

Si versátil es la persona inconstante, que cambia con facilidad de afecto, aficiones u opiniones, la que es de genio inconstante o que cambia fácilmente, ¿a qué viene esa moda de llamar versátiles a quienes no lo son en absoluto? Como cuando en la prensa se afirma que el nuevo ministro ha sido siempre un político muy versátil.... ¿Qué pasa? ¿Estamos diciendo que es un oportunista y cambia de partido y de ideología según le convenga en cada situación?

Pero casi siempre el error se produce por confndir versátil con polifacético, que es quien tiene múltiples aptitudes y conocimientos de muchas cosas, quien realiza actividades muy diversas o tiene múltiples capacidades. También se confunde con otros posibles adjetivos aplicables a quién está en disposición a ceder o acomodarse fácilmente al dictamen de otro, como flexible, o incluso, capaz.

Es desaconsejable, pues, esa tendencia de llamar versátil a alguien creyendo que estamos diciendo algo bueno de él, porque se puede enfadar y demandarnos por injurias, especialmente si es un político.

Inadvertido y desapercibido
Otro de los casos en los que el uso ha llevado hasta los diccionarios una acepción que antes no tenía la palabra en cuestión. Hasta hace no demasiados años los hablantes cultos no utilizaban la voz desapercibido con el significado de inadvertido, pero hubo un momento en el que ese uso -erróneo en su momento- comenzó a difundirse y tuvo tal éxito entre los usuarios del español que fueron dejando arrinconada, poco a poco, a la palabra inadvertido, hasta tal punto que hoy, en español moderno, son mayoría aplastante los que prefieren decir desapercibido.

No está de más recordar que en la lengua culta desapercibido es la persona o cosa que no está provista de lo necesario para algo.

Salvaje y silvestre
Los restaurantes más caros y más de moda acostumbran a escribir cosas raras en sus cartas, además de llenarlas de extranjerismos, pretendiendo con ello, quizá, justificar los elevadísimos precios de los platos.

En ocasiones, en esa búsqueda de lo original, caen en el error de usar palabras con un sentido que no es el más apropiado en español, como en el caso de salvaje en nombres de este tipo: cupcakes de fresas salvajes con coulis de kiwi. Olvida, quién califica así a las fresas, que nuestra lengua sólo son salvajes los animales no domesticados, y que al hablar de determinados productos agrícolas lo conveniente es usar el adjetivo silvestre.

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