Los Ángeles (California), un domingo por la mañana en el pequeño mercadillo de frutas y verduras de Larchmont Village, en el que los agricultores venden su género sin intermediarios. En uno de los puestos vendían unas frutillas de color amarillo, de poco más de dos centímetros, con forma de pera y la piel muy brillante, y cuando le preguntamos al vendedor qué eran esos frutos respondió que eran tomates; segundos después, viendo la cara de extrañeza de su interlocutor, añadió, casi de inmediato: También tengo tomates regulares, señor.
]Extraña confesión para u8n hispanohablante de España o de la mayor parte de Hispanoamérica, pues para cualquiera de ellos, teniendo en cuenta el uso que en sus países hacen del adjetivo regular, lo que dijo el vendedor era que tenía tomates de calidad media, tirando a baja, es decir, tomates no muy buenos. El vendedor hispanohablante estadounidense, usaba el adjetivo regular con el mismo significado que tiene el inglés regular, que equivale a lo que en el español de los demás países es normal; se trataba, pues, de tomates normales.
También en Los Ángeles, en los alrededores de la calle Broadway, muy cerca del mer4cado, en la carta de un restaurante llamado El Pollo loco anunciaban pollo regular y pollo picante. ¿El regular tendría la gripe aviaria, conocida como gripe del pollo? No, lo que ocurría en esa carta es que diferenciaban el pollo normal (sin aderezos picantes) del que estaba cocinado con salsa picante.
En Nueva York, también en la calle Broadway, dos obreros que arreglaban una zanja en la acera entraron en un pequeño comercio de comestibles y bebidas y le pidieron al empleado del mostrador un café descafeinado y un café regular. Y no es que el que pidió el café regular quisiera uno no muy bueno, más bien defectuoso, sino que quería un café normal, sin descafeinar.
En un vuelo de Iberia de Miami a Madrid, al llegar el carrito con el almuerzo, un joven salvadoreño, cuando la azafata le preguntó qué quería tomar con la comida respondió: una coca cola regular. Ella no dudó ni un instante y le dio una lata de coca cola. Y eso, el hecho de que aquella azafata española no dudara ante ese uso del adjetivo regular, demuestra que ese uso está ya muy extendido también en este lado del Atlántico.
En Madrid, en una pequeña pizzería, cuando un camarero preguntó a los comensales qué querían, la muchacha respondió que quería una coca cola, ante lo que el joven, que hablaba con acento cubano miamense, volvió a preguntar: ¿la quiere regular?. Ella no entendió qué quería decir el camarero y tuvo que aclarar que lo que había pedido era una coca cola normal,.
]También en Madrid, en la reunión quincenal del Consejo Asesor de Estilo de la Fundación del Español Urgente. Uno de los asuntos que se trataron en esa sesión fue la norma, recién aparecida en la última edición de la Ortografía de la Lengua Española (2010), de no ponerle tilde a la palabras solo. Los asistentes discutían sobre la necesidad o no de poner esa tilde, y Leonardo Gómez Torrego, gramático del Consejo Superior de Investigaciones Científicas defendía que ese acento gráfico era útil en los casos de ambigüedad, a lo que Humberto López Morales -cubano, secretario general de la Asociación de Academias de la Lengua Española- respondió: Eso (la ambigüedad) en la lengua regular no pasa nunca. Lo importante fue que ninguno de los allí reunidos, todos españoles menos Humberto, se extrañó de ese uso de regular con el significado de normal.
Alguien, en Miami, en Los Ángeles, en Nueva York y en otros lugares de los E. U. y de Hispanoamérica, está organizando los viajes de las palabras hacia Madrid: aterrizan en el aeropuerto de Barajas, toman un taxi -las más poderosas- o el metro -las más humildes- y llegan al centro de la ciudad. Se instalan en un gran hotel o ven una modesta pensión y desde allí comienzan a pasearse por las calles. Y lo mismo sucede en sentido inverso: palabras que cruzan el charco desde España hacia las Américas. Y normalmente viajan en vuelos regulares, no porque el avión no sea bueno, sino porque se trata de aerolíneas regulares -como Iberia-, que no es que sea mediocre, sino que no es chárter.
Y ese de uso regular con el significado de normal no es un uso equivocado, pues en nuestra lengua lo irregular es lo que no ocurre con normalidad. Y si miramos en el diccionario veremos que regular es, entre otras cosas ajustado y conforme a regla.
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